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Cosas que pasanAlfonso Ussía

El Cenutrio

Bolaños es el gran negociador que Sánchez se ha sacado de la chistera. Pero últimamente no da una. Donde entra Bolaños, sale el fracaso

Cuando trabajaba en el grupo de sociedades de Juan Garrigues Walker, un hombre excepcional, generoso, culto y adelantado a sus tiempos, tenía gran protagonismo en la gestión de sus empresas un individuo aparentemente brillante y clamorosamente inservible. Era conocido como el Cenutrio. Convenció a Juan para crear una nueva compañía aérea. Su plan era competir con Iberia, porque el Cenutrio era un tipo de desorbitadas pretensiones. Y compró un avión, creo recordar que un DC-9. El vuelo inaugural no pudo realizarse, de lo cual me alegré mucho porque yo figuraba entre los invitados, apenas tenía 29 años, estaba casado y tenía tres hijos, de seis, cuatro y un año de edad. El Cenutrio, cuya brillantez verbal era embriagadora, embarcó el primero para dar la bienvenida, ya a bordo, a los que íbamos hacia una muerte segura. Pero surgió un pequeño inconveniente. El DC-9, con pilotos contratados por el Cenutrio, azafatas elegidas por el Cenutrio, y preciosamente pintado de acuerdo a los gustos del Cenutrio, al aproximarse a la puerta de embarque colisionó con su plano izquierdo contra el ala derecha de un avión de la Lufthansa. Un leve roce, gracias al cual puedo contarlo pasados varios decenios. Como el Cenutrio era hombre asaz convincente, fue nombrado vicepresidente de la nueva compañía aérea de un solo avión estropeado, un caso parecido al avión de Plus Ultra, pero sin Sánchez en el Gobierno ni cincuenta millones de euros prestos para su rescate. El Cenutrio terminó por convencer a Juan de la necesidad de vender el DC-9 a una compañía africana que unía Dakar con Yamena, capital del Chad, y que terminó estrellándose a poco de despegar en la vecina Gambia. El Cenutrio se hizo cargo del sector inmobiliario y adquirió en Tenerife un precioso acantilado para construir una urbanización. Al final, y a pesar de su brillantez empresarial, fue despedido.

Para mí, que Bolaños es el cenutrio del Gobierno. Tiene una estimable formación académica, palabra fácil, verbo consistente, y comparado con el resto de sus compañeros de gabinete, puede ser comparado con Churchill o Adenauer. Es el gran negociador que Sánchez se ha sacado de la chistera. Pero últimamente no da una. Donde entra Bolaños, sale el fracaso. Supera al Cenutrio de mi juventud, porque añade a su brillante inutilidad características perfectamente asumibles por el baremo de los gafes. Tengo para mí, que además de cenutrio es un cenizo de tomo y lomo, más manzanoide que sotanillo, que son los dos modelos de gafes más altos en la valoración científica de los sombrones. Y de lerdo no tiene un pelo. Al lado de Irene Montero, Alberto Garzón, Yolanda Díaz, Juanita Belarra o Marifé de Triana, la de Hacienda, Bolaños se mueve en los espacios de Margaret Thatcher, que en paz descanse. Pero no es suficiente. El que transporta la gafancia bajo la epidermis termina por ser derrotado por la mala sombra. Y este Bolaños, este cenutrio en trance de ascender a gafe, maniobrero hábil, se ha convertido en pocos meses en el muñidor de los morrones gubernamentales de Sánchez. Cuidadito con él, que puede llevarlo a Doñana, y Doñana arde, o a la Mareta, y la Mareta se desploma desde el talud a la mar, o a los Quintos de Mora y un cazador confunde su voz con la berrea de un venado y dispara. Cuando un ser humano pierde el control de sus recursos naturales, el desastre está asegurado.

Por maniobrero que sea, cenutrio y gafe es combinación más explosiva que la Goma-2. Y si no lo cree, que le pregunte al compañero Otegui, que de eso sabe bastante.