Como el más abyecto de los chulos de barrio
Es increíble que en España no haya ni una productora de televisión que haya hecho un documental contraponiendo las promesas electorales de Sánchez y sus anuncios de que va a hacer exactamente lo contrario de lo que prometió. El que paga manda
La sesión de control al Gobierno ayer en el Senado fue muy ilustrativa. Está claro que Feijóo empieza a tomar la medida a los debates con Sánchez que son de un tipo de oratoria hasta ahora inédito. Yo tengo una cierta experiencia en debatir. Fui a un colegio en Inglaterra, Downside, donde había dos sociedades de debate: The Abingdon’s y The Court of Earls. Tuve el honor de participar en ambas, la primera estaba abierta a todo el colegio y para entrar en la segunda tenías que ser seleccionado. Este tipo de sociedades en los colegios son el semillero que hace de las Cámaras de los Comunes y de los Lores dos foros de oratoria deslumbrantes. Comprendo que les voy a pedir un acto de fe, pero estoy seguro de que cualquier compañero de mi colegio o de los otros miles de escuelas que tienen sociedades de debate similares a las mías ratificarían que, si el debate de ayer en el Senado se hubiera producido en The Court of Earls, por ejemplo, Sánchez hubiera perdido el uso de la palabra y se le hubiese pedido que abandonara el estrado y la sala.
Hay un elemento básico en un debate que es responder a lo que se te pregunta. Puedes hacerlo con rodeos, con zalamería o incluso con algo que se parezca a la verdad. Lo que no puedes hacer es ponerte a hablar de algo que no se está discutiendo, que es exactamente lo que hizo ayer Pedro Sánchez, por enésima vez, cuando Feijóo le preguntó si ya tiene una fecha para la celebración de un referendo de independencia en Cataluña mientras va legislando en favor de sus socios independentistas. Por supuesto Sánchez no hizo la más mínima referencia a lo que se le preguntó. Ni siquiera hizo uso de la mentira sobre ese tema, algo tan habitual en él. Sánchez ignoró las afirmaciones que escuchó, de boca de Feijóo, con una sonrisa estúpida mientras se enumeraban sus infinitas mentiras. Él se limita a negar con la cabeza y denotar la chulería que es propia de quien solo puede gesticular a falta de argumentos. Como el más abyecto de los chulos de barrio.
Y en un giro verdaderamente abracadabrante intentó descalificar a Feijóo perdonándole la vida con un «menos mal que usted no venía a insultar». Claro. Para Sánchez el que le enumeren sus mentiras es insultarle. No es para menos. Hay verdades que son extremadamente ofensivas. Como cuando Feijóo terminó su intervención con una gran frase, la mejor desde que es el jefe de la oposición: «El Pedro Sánchez Pérez-Castejón de 2019 no votaría al Pedro Sánchez de 2022». Pero esa afirmación, que puede ser la base de un enunciado típico para cualquier sociedad de debates del mundo, es algo de lo que Sánchez huye como de la peste. Porque sabe que no tiene defensa posible. Las evidencias de que cada día hace lo contrario de lo que prometió en sus campañas electorales son incontestables. Es increíble que en España no haya ni una productora de televisión que haya hecho un documental contraponiendo las promesas electorales de Sánchez y sus anuncios de que va a hacer exactamente lo contrario de lo que prometió. El que paga manda.
Sánchez miente cada día sin pudor, con infinita chulería y lo malo no es que muchos le crean. A mí me parece que los que le creen son muy pocos. Lo malo es que a muchos les hace gracia su amoralidad y eso les hace, con infinita irresponsabilidad, seguir apoyándole mientras se lleva todo por delante.
España, año de Gracia de 2022 (todavía)