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El puntalAntonio Jiménez

¿Quosque tándem abutere, Sánchez, patientia nostra?

La pregunta (¿«hasta cuándo abusarás, Catilina, de nuestra paciencia»?) que Cicerón hizo a su adversario en la Roma de los cónsules, tiene con Sánchez una respuesta única: hasta que los españoles le 'boten' de la Moncloa en las urnas

Solo un desvergonzado autócrata sin escrúpulos, como Pedro Sánchez, podría atreverse a tanto como cambiar la ley, modificar nada menos que el Código Penal, para beneficiar a delincuentes sediciosos condenados por el Tribunal Supremo y a políticos corruptos y malversadores de dinero público utilizado para perpetrar un golpe contra la unidad de España.

Con ser grave el propósito conseguido mediante la mayoría parlamentaria Frankenstein que lidera, no es menos la forma en que ha justificado la reprobable reforma bajo el epígrafe de «Ley Orgánica de transposición de directivas europeas y otras disposiciones para la adaptación de la legislación penal al ordenamiento de la Unión Europea y reforma de los delitos contra la integridad moral, desórdenes públicos y contrabando de armas de doble uso».

Toda una portentosa exhibición de manipulación del lenguaje para evitar decir lo que por vergüenza no quisieron mencionar los senadores socialistas durante la sesión plenaria en la que aprobaron la supresión del delito de sedición y la rebaja sustancial de la condena por malversación.

La exposición de motivos que sucede al alambicado título con el que se acredita el cambio legislativo es, además, un insulto a la inteligencia común y una burla al mismísimo ordenamiento jurídico español, desde el instante en que se pretende demostrar la necesidad de la reforma con el fin de «aportar calidad, claridad y modernidad a una legislación indeterminada y obsoleta que debe armonizarse con los estándares europeos».

¡Qué aviesa ingenuidad mía y la de tantos ciudadanos malvados por creer que esto lo ha hecho Sánchez para seguir en la Moncloa con el apoyo de los independentistas a cambio de recuperar a Junqueras para la vida política y permitir que el prófugo de Waterloo regrese a Barcelona por la puerta grande de El Prat, en contraste con su huida cobarde de España escondido en el maletero de un coche! ¡Qué mal pensados!

No, no era por eso. Sánchez ha actualizado el Código Penal para adecuarlo a lo que se estila en otros países europeos dado que «responde aún a realidades sociales y configuraciones doctrinales propias de hace dos siglos».

Supongo que se entiende la ironía, porque todo esto degenera en pitorreo, escarnio, mofa, rechifla y demás sinónimos que quiera añadírsele a la burla que supone pretender justificar un ataque sin precedentes al Estado de derecho bajo la apariencia de una reforma necesaria para mejorar la calidad de nuestro ordenamiento jurídico.

Se lamentan por lo bajini, según parece, algunos socialistas del roto electoral que puede hacerles el haber cuestionado la igualdad de los españoles ante la ley, favoreciendo a políticos chorizos.

Sin embargo, ninguno de los «culiparlantes sanchistas» que calientan con sus posaderas los escaños del Congreso y Senado se atrevió a rechazar con su voto la tropelía perpetrada por Sánchez contra el Estado constitucional, desde ahora más débil y desprotegido frente a ocasionales aventuras secesionistas.

Sánchez ha salvado el penúltimo obstáculo que ERC le había trazado en esa hoja de ruta que concluye con una consulta si el entramado Frankenstein consigue revalidar la mayoría parlamentaria en las elecciones.

Para entonces un nuevo Tribunal Constitucional, de probada sumisión sanchista, no tendrá inconveniente en avalar esa suerte de referéndum reclamado por los independentistas y que solo evitaría una victoria del PP en las urnas y un Gobierno de centroderecha. Y aún así, con Feijóo en la Moncloa, no es descabellado pensar que un Estado peor protegido como el que dejará Sánchez, anime a los golpistas a volver a hacerlo como prometieron.

Por higiene democrática y por responsabilidad conviene recordar todos los días hasta las elecciones que gracias al gobierno 'sanchistacomunista', los violadores salen antes de las cárceles, las mujeres están más indefensas y los corruptos malversadores de dinero público, entre ellos los condenados por dilapidar 680 millones de euros de los parados andaluces, podrán beneficiarse de una reducción de sus penas.

Con Sánchez, el dinero público, además de no ser de nadie, como diría su exvicepresidenta Carmen Calvo, será menos gravoso penalmente trincarlo y desviarlo para financiar actividades golpistas contra la Constitución o para favorecer el clientelismo político.

¿«Quosque tándem abutere , Sánchez, patientia nostra»?. La pregunta (¿«hasta cuándo abusarás, Catilina, de nuestra paciencia»?) que Cicerón hizo a su adversario en la Roma de los cónsules, tiene con Sánchez una respuesta única: hasta que los españoles le 'boten' de la Moncloa en las urnas.

Con esa esperanza, sustentada en la fortaleza de una memoria incompatible con la amnesia para no olvidar, en el momento de votar, los desafueros políticos que está cometiendo, aprovecho para desear a los lectores de El Debate, feliz Nochebuena y día de Navidad.