¿Para quién gobierna Sánchez?
Venían a regenerar la política y nunca hubo tanto nepotismo, despilfarro y desprecio al adversario como ahora. A cualquier cosa llaman regenerar
A tenor de las encuestas que se están publicando, a excepción, lógicamente, del desprestigiado CIS, la mayoría de los españoles no se fía de Sánchez. No se fían porque le han visto convertir la mentira en moneda de uso corriente durante sus años de gobierno. Eso antes era excepcional, con él es la norma. No se fían porque retirar la malversación es dar alas a los corruptos de toda estirpe. No se fían porque decidió ir con los que van contra España. No se fían porque cuando dice que no permitirá un referéndum en Cataluña, todo el mundo sabe que sí lo permitirá. No se fían porque ha roto los consensos más elementales de nuestra democracia y no se fían porque han visto asombrados cómo quiere maniatar a los jueces y ha hecho un Constitucional para que avale su desvarío.
Sánchez y sus apoyos de extrema izquierda venían a regenerar la política. Nunca hubo tanto nepotismo, despilfarro y desprecio al adversario como ahora. A cualquier cosa llaman regenerar. La involución es patente y objetivable con datos en la mano. Supera ya el centenar el número de condenados por abusos sexuales cuyas penas han sido rebajadas. ¡Menuda proeza de quienes iban a proteger a las mujeres! Por no hablar de la pobreza: ahora mismo todos los españoles somos más pobres que en 2018 y nuestro país debe más que entonces. ¿Dónde están las lágrimas de Ada Colau ante los vulnerables y los indigentes de Barcelona? Lleva ocho años gobernando. Ocho años con presupuesto y ¿qué ha hecho? La ciudad está más sucia que nunca, su atractivo ha bajado considerablemente, la inseguridad es marca de la casa.
Por eso mi pregunta a estas alturas es: ¿para quién gobiernan todos estos? ¿De verdad hay una mayoría social que los apoye? La respuesta es no. Sánchez es el presidente con menos apoyo de la democracia nacida en 1977 y una perversa ley electoral le permite sustentarse en unas minorías que representan apenas el 10 por ciento de la población. La conclusión es que urge una reforma electoral que recoja de verdad la realidad de esta España pasmada ante la deriva antidemocrática de Sánchez y su Gobierno.