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Desde la almenaAna Samboal

Baltasar, dame paciencia

Más allá de las pequeñas cuestiones personales, yo le pido a los Magos que nos dejen junto al sofá enormes dosis de paciencia para sobrellevar el nuevo año

Esta tarde de jueves, como cada 5 de enero, las calles de los barrios, pueblos y ciudades de España se engalanarán para recibir a los Reyes Magos. No habrá alcalde que se precie que no haya escrito su carta o que deje pasar la oportunidad de recibir a los de Oriente como se merecen, con sus mejores galas. En Madrid, esperemos que Almeida haya tomado clases de baile, si pretende reeditar la coreografía del año pasado en Cibeles. En Barcelona, Ada Colau ya nos ha hecho saber que tiene preparados el pan y la sal, además de las llaves de la ciudad para que Sus Majestades puedan acceder a todas las casas. En Cádiz, 'el Kichi' pondrá buen cuidado en que no haya osos que provoquen el hazmerreír de España entera al día siguiente.

La noche de Reyes es una noche de sueños de grandes y mayores, de sonrisas inocentes, de recuerdos entrañables, de familia. Pocas fiestas perviven como esta, todo el país se vuelca para celebrarla. La noche de Reyes, la celebración de la Epifanía, de la revelación de la Buena Nueva, es una noche mágica. Una noche de tradiciones que se enraízan en el Evangelio, en esa herencia cristiana que, incluso los que pretenden abjurar de ella y hacen todo lo que está en su mano para opacarla, incluso los que desconocen su significado profundo, reviven cada inicio de año.

Tras el fracaso de la endiosada Manuela Carmena, aventurándose a «diversificar y actualizar» la tradición, los de Podemos y demás círculos parecen haber escarmentado. Esta noche serán menos o ninguno los que quieran jugarse la silla –que con la inflación y el monumental desastre institucional, los ciudadanos de a pie no estamos para muchas bromas– y serán los más los que hayan escrito su carta, aunque sea en forma de deseo, pidiendo la reelección.

Con la fiesta de Reyes comienza la rutina del nuevo año. Y el que para los alcaldes, presidentes autonómicos y presidente del Gobierno, es el año electoral, para el resto será un año duro y complicado. Más allá de las pequeñas cuestiones personales, yo le pido a los Magos que nos dejen junto al sofá enormes dosis de paciencia para sobrellevarlo. Paciencia e incluso una pizca de ironía para observar cómo los grandes partidos han abdicado de su deber de entenderse para garantizar el correcto y rutinario funcionamiento de las instituciones y se han volcado en la batalla del relato. Paciencia y comprensión para intentar entender por qué el ministro de Seguridad Social, que desde la Airef impartía clases magistrales, ahora es incapaz de garantizar la viabilidad del sistema. Paciencia para ignorar esos comentarios autoelogiosos y sonrojantes de Yolanda Díaz, que, este año, será capaz de anunciarnos que ha sido ella la inventora del empleo al tiempo que seguimos perdiendo a chorros poder adquisitivo. Paciencia para esperar que los votos de los españoles den a Montero y Belarra el espacio en los parlamentos que realmente merecen por sus obras. Paciencia para esperar a que esas urnas, que tanta ansiedad generan a los políticos que hoy esperan esperanzados la visita de los Reyes Magos, pongan a cada cual en el sitio que se ha ganado.