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Cosas que pasanAlfonso Ussía

Bestias odiadoras

Las cruces , símbolos de paz según el culto ateo Enrique Tierno Galván, no pueden ser franquistas, ni antifranquistas ni madridistas, ni barcelonistas, ni italianas, alemanas o españolas

Acompañando a Don Juan –perdón, porque a algunos lectores les molesta– conocí la Embajada de España ante la Santa Sede, la más antigua del mundo, establecida por orden de los Reyes Católicos, Isabel de Castilla y Fernando de Aragón, tan aborrecidos por las izquierdas suidas por fundar el Reino de España, apoyar el Descubrimiento de América, y culminar la Reconquista tomando Granada el 2 de enero de 1492 y empujando a los súbditos del último rey nazarí, Abu Abd Allah, Boabdil para sus íntimos, a reencontrarse, superando el Atlas, con los vastos desiertos de la morería.

Allí luce el escudo de Los Reyes Católicos, fusión de los Reinos de Castilla y Aragón, desde seis siglos atrás, y que hoy se halla en trance de ser borrado por la Ley de la Memoria de los mamarrachos que nos mandan. Dicen que los Reyes Católicos usaron del escudo franquista, que ya vivía en el siglo XV.

En aquella ocasión, los embajadores agasajaron a Don Juan De Borbón, y entre los invitados destacaba el Secretario de Estado de la Santa Sede, el cardenal Agostino Casaroli, de una inteligencia y cinismo diplomático excepcionales. En el brindis, Don Juan expresó su profunda admiración y devoción filial por el Santo Padre, Juan Pablo II, y Casaroli respondió agradeciendo las palabras de Don Juan, añadiendo un remoquete humorístico sorprendente. «Efectivamente, un Santo Padre maravilloso, aunque en ocasiones cree más en Dios, que el propio Dios. Por eso el Diablo lo ha querido asesinar».

El diablo o los diablos se han establecido en España. Confunden el supremo símbolo de la cristiandad –católicos, protestantes, ortodoxos griegos y rusos–, con el franquismo. Las cruces son consecuencia de Franco, no del sacrificio de Jesús en la Cruz. Así lo entiende la alcaldesa de Castellón, Amparo Marco, teóloga rectal, es decir, que ha estudiado Teología por el pompis, y que ha ordenado desmontar una Cruz del parque de Ribalta de Castellón. «Castellón inicia el desmontaje de la cruz franquista del parque de Ribalta», han anunciado los periódicos del régimen vigente. Las cruces, símbolos de paz según el culto ateo Enrique Tierno Galván, no pueden ser franquistas, ni antifranquistas ni madridistas, ni barcelonistas, ni italianas, alemanas o españolas. Las cruces pertenecen a la cristiandad. Y amparan, no hieren, y abrazan, no rechazan, y aman, no odian, como la alcaldesa y teóloga rectal de Castellón.

Animado por el desarraigo de la cruz del parque de Ribalta, su vecino autonómico y fanal vigilante de «Compromís», un tal Mulet, que presenta un aspecto atroz, ha ido más allá elevando el nivel del odio hacia alturas que superan el delito. Y muy orgulloso de su excremental entusiasmo ha escrito y colgado en las redes este afectuoso mensaje: «Ahora, a por la del valle de Cuelgamuros. Esa, con dinamita», según recoge Europa Press. Los católicos españoles somos pacíficos y generosos en el perdón, pero empezamos a estar hasta los cotubillos de todos estos forajidos, necios, incultos, bestias y odiadores de la Cruz. Claro, que con una Iglesia excesivamente silenciosa y pactista, es complicado defender a Dios. Pero aun así, lo intentaremos.

Reproduzco textualmente un párrafo de Su Santidad El Papa Benedicto XVI que ha recordado Alejo Vidal-Quadras. «El diablo sabe los servicios prestados por España a la Iglesia de Cristo, conoce la misión de España, la evangelización de América por España, el papel de España durante la Contrarreforma, la persecución de los religiosos españoles en los años 30… El diablo ataca más a los mejores y por eso ataca especialmente a España y la quiere destruir».

Me parece que ha llegado la hora de defenderse de la inmensa manada de bestias odiadoras.