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Cosas que pasanAlfonso Ussía

Montera

Comprar la ropa en una Armería para acudir al Vaticano, me parece, además de una falta de respeto, una indecencia estética muy sanchista y malintencionada

Tengo la fortuna de ser amigo de extraordinarias monteras, capaces de permanecer horas y horas bajo una lluvia torrencial, vientos gélidos o solazos de otoño sin moverse de su postura a la espera de un buen venado o un macareno arocho de Sierra Morena o los Montes de Toledo. Si no existieran las monterías, los recechos o los aguardos, los jabalíes y los ciervos harían colas en las grandes ciudades para comprar en los supermercados o matricularse en la Universidad. Monteras con casta y cuajo, como Marichu Cabanyes, Verónica Patiño, Paloma Domecq Urquijo o Emilia –Kiki– Landaluce, sobresaliente periodista. Monteras con zahones y cuchillo para rematar las reses heridas entre la furia de las ladras y la admiración de los perreros de las rehalas.

En Italia hay mucha afición por las armas y la caza. El Club urbano romano de mayor prestigio es «El Círculo de Caza», y también hasta Roma, procedentes del parque de la Insugherata, superando el «Grande Recordo Anulare» que circunvala la Ciudad Eterna, han llegado los jabalíes, como en Luguria-Piamonte y las montañas que rodean el lago de Como. Desde las ventanas de las habitaciones al sur del Hotel «Vila D'Este» de Cernobbio, no es difícil contemplar lo que hace unos años era imposible.

Cochinos salvajes alimentándose entre los recipientes y bolsas de basura de los habitantes de aquella bellísima zona. Pero los suidos, ignoro la causa sin descartar la devoción y el respeto, jamás han osado irrumpir en los jardines del Vaticano, donde sólo son admitidos los estorninos, las palomas, los petirrojos, camachuelos, jilgueros y herrerillos. De ahí que haya extrañado, y mucho, en la Santa Sede, la presencia de la embajadora de España, Isabel Celaá, acompañando a la Reina Sofía y al ministro Bolaños –vestidos de luto riguroso para rezar–, bueno, Bolaños, rezar, lo que se dice rezar, reza poco, ante los restos mortales del Papa Benedicto, indumentada de montera hortera de Algorta. A presentar los respetos a un Papa fallecido y expuesto, no se acude con una pelliza de montera. Y menos aún, sin pantalones de caza y botas de cuero o lona. Porque, bajo la pelliza hasta la rodilla que llevaba la embajadora de España ante la Santa Sede, se advertían unos «pantys» de cristal transparente, muy contrarios a la adecuada vestimenta que exige una montería. Todos de negro, y la embajadora de «beige», con expresión de impaciencia, esperando al final de los rezos de la Reina, para subirse a su todoterreno y liarse a tiros con los cochinos que se han adueñado de los suburbios romanos. Los presentes dedujeron que la montera Celaá es de las que aprietan el gatillo sin bajarse del coche, y si hieren al cochino o a la res, no descienden del todoterreno a rematar al animal herido, porque le da mucho susto. Habrá que decirle al ministro de Asuntos Exteriores, Napoleonchu Albares, que le autorice a comprar una ropa de caza más apropiada, o en su defecto, un vestido de luto para acudir al Vaticano cuando fallezca un Papa. Un luto de quita y pon. Se puede cazar perfectamente vestida de negro, siempre que se ajuste en una manga de la pelliza un brazalete naranja reflectante para evitar que otro montero confunda a la señora embajadora con una hembra de jabalí y proceda a su abatimiento. Nos llevaríamos todos un descomunal disgusto. No quiero ni pensarlo.

En Guecho, y especialmente en Neguri y Las Arenas, hay muchos experimentados monteros que podrían aconsejar a la hortera de la embajadora una correcta combinación textil apropiada para la práctica cinegética. Desde el gran bibliófilo de la Venatoria Jaime Arana, a los renombrados monteros Luis Fernández de Gamboa o Juan Ignacio Muguruza, que se visten de caza casi tan bien como yo. Pero ir de pelliza «beige» con medias y braguillas –lo segundo es deducción–, de cristal transparente, deja en muy mal lugar a la embajadora de España, que va por atún y a ver al duque, es decir, que aprovecha un acto de duelo Papal para salir a toda prisa a cazar marranetes, porque en esa zona no abundan los macarenos con colmillos de medalla.

Para rezar por un Santo Padre fallecido, lo correcto es el luto, es decir, un vestido negro bajo un abrigo negro, si en invierno acaece. Comprar la ropa en una Armería para acudir al Vaticano, me parece, además de una falta de respeto, una indecencia estética muy sanchista y malintencionada.

Menos mal que en Italia no hay lobos. Se hubiera presentado en la Basílica de San Pedro vestida de Caperucita Roja o señora de Feroz.