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HorizonteRamón Pérez-Maura

Lo que Revilla no cuenta

Lleva viviendo de los presupuestos públicos desde que en 1983 fue elegido diputado en el parlamento regional. Es decir, prácticamente desde que se le pasaron sus veleidades falangistas. El próximo año cumplirá 40 años cobrando del Estado. Toda una plusmarca entre nuestra clase política

El pasado 2 de enero Alfonso Ussía glosaba en estas páginas en su artículo «Exceso de orujo» el insulto del presidente de Cantabria, Miguel Ángel Revilla, al Rey Juan Carlos. Insulto perpetrado con el agravante de formularlo ante inocentes niños que creían estar visitando a los Reyes Magos y se encontraron con este personaje. Terminaba Alfonso su artículo diciendo que «O Revilla es un grosero que se aprovecha de la indefensión de quien nos trajo a los españoles la libertad, la Constitución, los derechos humanos y la democracia, o Revilla no midió aquel día su capacidad de metabolizar el orujo. Prefiero elegir la segunda posibilidad». Creo que el planteamiento de Alfonso es erróneo porque no hay razón para que las dos opciones deban ser alternativas y no complementarias. Con toda probabilidad Revilla le había dado al orujo y con certeza absoluta es un grosero.

Llegados a este punto, quizá sería hora de recordar y pedir algunas cosas al político que lleva viviendo de los presupuestos públicos desde que en 1983 fue elegido diputado en el parlamento regional. Es decir, prácticamente desde que se le pasaron sus veleidades falangistas. El próximo año cumplirá 40 años cobrando del Estado. Toda una plusmarca entre nuestra clase política.

Para poder seguir dando lección de ética y moral a Don Juan Carlos, quizá Revilla pueda hacer pública la lista de regalos que ha recibido, no durante cuarenta años –como el Rey Juan Carlos– sólo en los quince años que ha sido presidente de Cantabria. Porque supongo que la Presidencia de Cantabria tendrá un estricto registro oficial de todos los regalos que se hace a su presidente.

También tendrá la Presidencia del Gobierno cántabro un registro exacto del gasto que se hace en las anchoas que va Revilla regalando por el mundo y con qué criterio se escoge las de una u otra marca, si se va rotando o siempre son de una misma conservera.

Y ya puestos a dar ejemplo, supongo que la Presidencia del Gobierno de mi tierra natal habrá hecho un estudio detallado del ahorro –o no– que supone el que el presidente vaya en taxi por Madrid. Eso tiene que ser algo que beneficiaría también a su imagen. Por eso me sorprende que nunca se haga público.

Pero en su afán de exigir un comportamiento ejemplar, este San Miguel Arcángel que preside Cantabria no tendrá inconveniente en hacer públicas también las retribuciones que recibe por sus más que frecuentes apariciones televisivas. Como con toda probabilidad serán gratuitas sólo será necesario calcular el tiempo que dedica a esos programas televisivos en detrimento de su actividad institucional. Lo que tiene un coste que no sé si se habrá estudiado o no. Y que no me diga que va ahí a promocionar Cantabria. Ahí también va a promocionar sus libros en legítimo beneficio propio. Pero esa legitimidad lo es plenamente cuando sabemos qué coste tiene en tiempo que resta al trabajo por el que cobra de nuestros impuestos.

Y, por cierto, cuando tanto despotrica ahora del Rey Juan Carlos, haría bien en dejar de seguir contando la anécdota de cómo coincidió en el lavabo del Palacio Real en la boda de los Príncipes en 2004 con el Rey Harald de Noruega. Revilla estaba allí invitado por el Rey Juan Carlos y aceptó encantado. Y a estas alturas, por si nadie se lo ha dicho, seguir contando su encuentro con el Rey Harald demuestra que es un acomplejado y un snob en el sentido literal del término.