El latido
La polémica levantada sobre la escucha libre del palpitar del feto, con sobreactuación por parte del actual ocupante de la Moncloa, no deja de ser una cortina de humo para tapar los verdaderos problemas de España
Desde Herodes hasta nuestros días, los gobernantes autoritarios siempre les tuvieron miedo a los niños inocentes. Nunca entenderé el temor reverencial que los poderosos, en su enorme debilidad, muestran ante la infancia. Tal vez porque ellos son el futuro, y el poderoso, con vocación de autócrata, suele temer al futuro y a la verdad. La polémica levantada sobre la escucha libre del palpitar del feto, con sobreactuación por parte del actual ocupante de la Moncloa, no deja de ser una cortina de humo para tapar los verdaderos problemas de España. Pero es que además es un ejercicio más de doble moral y asimetría. Resulta que ellos ponen a los violadores en la calle, amnistían a los golpistas, permiten la malversación, manipulan las estadísticas económicas, asaltan los organismos de contrapeso de todo tipo, miran para otro lado cuando los independentistas catalanes no cumplen la sentencia del 25 % de enseñanza en castellano y permiten el acoso a candorosos escolares… y se ponen musculosos y fuertes ante el latido de un feto, ante el hecho sencillo de que una mujer pueda escuchar –voluntariamente– el palpitar de un feto antes de abortar. ¡Qué enorme contradicción y qué metáfora más elocuente del momento que vivimos!
Ese sonido de la vida, ese latido que te conecta con lo que puede ser, es la música de la eternidad, el que te lleva a la playa y a los veranos de la niñez que tú viviste y él puede vivir. Detrás de ese latido está la infancia, la argamasa de la vida que viene. Un sonido inocente, sencillo, pero con la fuerza poderosa de la existencia. Nadie pretende imponer nada y menos coaccionar. Quien quiera escuchar la vida, puede, libremente, hacerlo. Detrás de cada aborto hay un drama, un fracaso, un error, pero nadie puede erigirse en juez. Como cuando nos advirtieron que quien esté libre de pecado que tire la primera piedra. Ese latido, sin embargo, es el viento que sopla la vela del futuro y la raíz del árbol de una nueva existencia. Es siempre sencillo, casi inaudible. Es la oración de la esperanza y puedes, o no, escucharlo. Lo que no entiendo es el temor de los autoritarios ante la fuerza de la libertad.