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Desde la almenaAna Samboal

¡Qué gran error!

Ha convertido un mero protocolo asistencial a las mujeres embarazadas en la sanidad pública en un asunto de debate nacional que deja al único partido con el que puede llegar a tocar poder descolocado

La confrontación con el Gobierno nacional de José Luis Rodríguez Zapatero fue una de las estrategias que mejores réditos electorales dio a Esperanza Aguirre e Ignacio González al frente de la Comunidad de Madrid. Les costó no pocos disgustos con su partido, pero no cabe duda de que reforzó el voto de la derecha en la capital. La Puerta del Sol pretendía ser –aunque Cristóbal Montoro y la crisis, primero y la corrupción, después, dieron al traste con esa aspiración– el mejor escaparate de la gestión de la derecha: apuesta por una educación de calidad, prevalencia de la meritocracia, impuestos bajos, atracción de inversores y empresas y libertad. Con Isabel Díaz Ayuso y su desparpajo a la hora de confrontar los postulados intocables de la cultura mal llamada progresista, la técnica se ha depurado y, con la inestimable colaboración de Salvador Illa y Pedro Sánchez, ha cosechado, de momento, óptimos resultados.

Es la oportunidad que Alfonso Fernández Mañueco y Juan García Gallardo han desechado. Ambos, gobernando en coalición, con sólo una pizca de generosidad hacia el otro, podrían haber mostrado a los castellano-leoneses, pero también al resto de España, que la coalición entre PP y Vox era la mejor alternativa al pacto entre Pedro Sánchez, Pablo Iglesias y la patulea separatista. Un Gobierno de gestión, con principios éticos, que respeta la ley es lo que, a estas alturas, está pidiendo a gritos la gran mayoría de los ciudadanos. Pero el presidente de Castilla y León no ha sabido gestionar un problema interno y el vicepresidente se ha mostrado desleal. Bien por convicción moral, si acaso por torpeza, bien por puro oportunismo partidista, ha convertido un mero protocolo asistencial a las mujeres embarazadas en la sanidad pública en un asunto de debate nacional que deja al único partido con el que puede llegar a tocar poder descolocado, cuando no fuera de juego, a las puertas de unas decisivas elecciones.

Los asesores del PSOE debieron frotarse los ojos dos veces y limpiarse los oídos para comprobar que lo que estaban viendo y oyendo era cierto. Desde que se constituyeron las Cortes de Valladolid, vigilan de cerca a Gallardo. Han intentado sacar punta de cada una de sus intervenciones, sin éxito. Ahora, él mismo se lo ha servido en bandeja. El balón de oxígeno para el candidato Pedro Sánchez es el mejor regalo de Navidad que podría haber recibido. Aunque no crea en la Navidad.

Están trabajando para modificar la Constitución de tapadillo, sin requerir el voto a los españoles. Rebajan las condenas en el Código Penal, me temo que más por convicción que por error. Son convencidos defensores de la reducción de los castigos a terroristas, asesinos, violadores o ladrones, salvo que militen en un partido de derecha. Son casi dos centenares los agresores sexuales que han visto mermada su pena y pronto veremos salir de prisión a los malversadores a los que, hace cinco años, el entonces candidato socialista negaba el pan y la sal y Podemos quería tirar al mar. Y, ahora, con su vociferante y sobreactuada respuesta, acabarán por convencer a la sociedad española que todavía se resiste, de que la cultura de la muerte, que es la que abanderan, la cultura del aborto o la eutanasia, es progresista. La ventana de oportunidad para proseguir con su proyecto de ingeniería social se la han abierto en Valladolid y no la han desaprovechado. ¡Qué gran error!