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HorizonteRamón Pérez-Maura

El sectarismo iconoclasta de Sánchez

Ni Lavilla, ni Garrigues fueron ministros de la dictadura. Ambos lo fueron con el Rey para llevar a España a la democracia. Y eso es lo que este Gobierno no puede resistir y está intentando borrar: no el franquismo, no, sino que el Rey Juan Carlos llevase a España de la dictadura a la democracia

Ya no saben qué hacer para arrasar con todo. Son unos fuera de serie. Ahora se les ha ocurrido retirar los cuadros de los ministros de Justicia anteriores a la Constitución. Es decir, supongo que habrá que retirar todos los retratos de los titulares de ese Ministerio desde su creación en 1714. No sé cuántos son, pero no pocos. Eso seguro.

Yo no puedo añadir nada sobre Antonio Garrigues Díaz-Cañabate a lo que apunta en estas páginas hoy Alfonso Ussía. Estos sectarios que nos asolan no pueden entender lo que es tener una visión de Estado porque como son unos extremistas, creen que todo lo que alguien hace en política parte del mismo sectarismo desde el que actúan ellos. Qué gentuza. Por más que les duela, la democracia no llegó a España por una revolución, ni mucho menos por un levantamiento de la izquierda –o la derecha– antifranquista. La izquierda no movió un dedo, y la única derecha y los liberales que actuaron contra el régimen eran los que se nucleaban en torno a Don Juan de Borbón, para muchos –y siento a quien le moleste– el Rey del exilio. Los que rodeaban a Don Juan hicieron muchísimo más por la transición a la democracia –Antonio Garrigues entre ellos– que los padres y abuelos de Pablo Iglesias o Pedro Sánchez. Sin duda es por eso por lo que figuras como Garrigues y Lavilla les molestan tanto. Porque evidencian sus vergüenzas.

Ni Lavilla, ni Garrigues fueron ministros de la dictadura. Ambos lo fueron con el Rey para llevar a España a la democracia. Y eso es lo que este Gobierno no puede resistir y está intentando borrar: no el franquismo, no, sino que el Rey Juan Carlos llevase a España de la dictadura a la democracia. Algo que para ellos es absolutamente inaceptable. Porque quieren hacer creer que la democracia es el totalitarismo que ellos practican y que jamás será democrático. Sería un oxímoron.

Lo que más me sorprende es la casi inexistente movilización en defensa de estas dos figuras que jugaron tan relevante papel en la traída de las libertades. En el caso de Garrigues no he visto, a la hora de escribir estas líneas, que el grupo Prisa haya salido a hacer la encendida defensa que amerita aquel propulsor de nuestra democracia y que fue presidente de la SER todavía bajo la propiedad de ese grupo. Y la hemeroteca recoge los encendidos elogios que hizo El País a Garrigues a su muerte. Claro que Garrigues era quien era y El País no es de ninguna manera lo que era.

Y qué decir de Landelino Lavilla. El silencio ante esta afrenta por parte de muchos de sus colaboradores no tendría la más mínima justificación y sí una explicación, la cobardía. Como dice en privado un buen amigo mío que ha tenido altas responsabilidades en el organigrama del Reino de España, «a Fernando VII, Rey felón y persona deleznable, no le han exhumado del Panteón del Escorial ni retirado sus retratos pintados por Goya y otros artistas de los museos españoles. Si eso es así, y no lo discuto ni deploro en consideración a nuestra historia, imagino que, en el caso de Landelino, persona intachable, tendría, no ya que seguirse el mismo criterio, sino enaltecérsele por sus servicios a España. Pero la desmemoria es tan mala entre nosotros como la damnatio memoriae».

He empleado los buscadores en la red para ver qué se ha publicado sobre esta afrenta en El Español. Para los más jóvenes, explicaré que en las elecciones generales del 28 de octubre de 1982, cuando la Unión de Centro Democrático llevaba gobernando España desde junio de 1977, su candidato a presidente del Gobierno fue Landelino Lavilla. Su fracaso fue de una magnitud bíblica. La UCD que encabezaba pasó de 168 diputados a 11 y él mismo estuvo a punto de no ser elegido. En aquella campaña electoral, el apoyo más significativo que tuvo lo recibió desde las páginas de Diario 16 donde Pedro J. Ramírez publicó un artículo de opinión titulado «Yo voto a Lavilla». No sería don Landelino la primera ni la última de las víctimas de los apoyos editoriales de Ramírez. Y como con tantos otros defenestrados, porque ya no le interesan, ni siquiera en esta hora en que Sánchez y sus adláteres se han llevado por delante el cuadro del hombre al que correspondió hacer frente desde la Presidencia del Congreso al golpe de Tejero el 23F, ni siquiera por ese momento clave de la democracia española, ha tenido Pedro J. la vergüenza torera de criticar al Gobierno de Sánchez y salir a defender a un demócrata como Lavilla. Qué bien lo describe Agatha Ruiz de la Prada en sus memorias. Raza de alacranes.