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Cosas que pasanAlfonso Ussía

A España y a su casa

Si el Rey Juan Carlos vuelve a España tiene que hacerlo a su casa, sin dar explicaciones a nadie, porque tiene pleno derecho a hacerlo

Me sumo a la noticia-editorial que abre El Debate de hoy, 20 de enero. El Rey Juan Carlos I quiere volver a España. El pequeño «Fouché» de la Moncloa, Félix Bolaños, se refirió a ello recientemente con un sesgo mentiroso. «Don Juan Carlos puede volver a España cuando quiera. Todo depende de él». Posteriormente recordó que «El Gobierno, en este asunto, poco tiene que decir». En mi opinión tiene que decir mucho, porque ha sido el Gobierno el ejecutor de su exilio, usando al Rey Felipe VI como rehén.

Porque el Rey Juan Carlos quiere volver a España y a su casa sin tener que padecer humillaciones groseras. El Gobierno le ha prohibido que se instale en La Zarzuela o en cualquier establecimiento perteneciente al Patrimonio Nacional. De aceptar semejante grosería, se vería obligado a dar explicaciones que podrían afectar o perjudicar a su hijo, el Rey, y a la Corona. Quien piense que Don Juan Carlos puede perjudicar al Rey, no lo conoce ni por el forro. Me consta que hablan con frecuencia y que el Rey no duda en pedirle consejo cuando lo considera necesario. Si Don Juan Carlos se viera obligado a vivir en un hotel o en la casa de alguno de sus muchos amigos, el Rey quedaría desnudo ante la opinión pública. Y antes que eso, se mantendría alejado de España por respeto al Rey. Aunque no le guste –ni a mí tampoco– su condición de «Rey Emérito de España», Don Juan Carlos es miembro de la Casa Real. Y la Reina Sofía lo mismo de lo mismo. Recuerda El Debate el artículo 2 de la Ley del Patrimonio Nacional de 1982, que está en vigor: «El Patrimonio Nacional lo conforman bienes afectos al servicio del Rey y de la Familia Real para el ejercicio de la función de alta representación del Estado y de la Constitución que las leyes les atribuyen».

La Familia Real Española no tiene propiedades, como los Windsor o los Orange. Isabel II, Reina no bien tratada por la Historia, y seguramente con sobrados motivos, creó el Patrimonio Nacional cediendo a todos los españoles sus bienes. Entre esos bienes, la Colección Real de Pintura, «corpus» fundamental del Museo del Prado. Y los palacios Reales de Madrid, Aranjuez, el Pardo, Riofrío, la Granja de San Ildefonso, el Monasterio del Escorial, y los Reales Alcázares de Sevilla. La última donación al Patrimonio Nacional la efectuó el Rey Don Juan Carlos I cuando recibió como regalo personal del Rey Hussein de Jordania el complejo de la Mareta en Lanzarote. Resulta curioso que el Rey que regaló a los españoles la Mareta no pueda ocuparla y el presidente del Gobierno que se lo impide la use y abuse con tanto derecho como gorronería, para él, su familia, y sus amigos. Si el Rey Don Juan Carlos eligiera para vivir en España en la garita de la Guardia Real en la entrada a la Zarzuela en el kilómetro 3 de la carretera del Pardo, también el Gobierno se lo prohibiría. Pero a nada de eso se ha referido Bolaños. El Rey Juan Carlos y su hijo el Rey Felipe – y se ha demostrado en Atenas durante el entierro de Constantino de Grecia–, mantienen una cordial relación de padre e hijo, y para un Rey padre de otro Rey, nada hay más importante que la buena salud de la Corona, la Constitución y las libertades en España.

Si el Rey Juan Carlos vuelve a España tiene que hacerlo a su casa, sin dar explicaciones a nadie, porque tiene pleno derecho a hacerlo. Con respecto a su situación, el Gobierno prevarica, abusa de su poder e infecta la legalidad. De ahí que no vuelva mientras su hijo, el Rey Felipe, que está soportando como un equilibrista las groserías republicanas de su Gobierno, pueda verse perjudicado. Si el Rey vuelve, que volverá, será para vivir en su casa. En su patria y en su casa. Con naturalidad y sin dar explicaciones.