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Aire libreIgnacio Sánchez Cámara

Imperativo patriótico

Este Gobierno ha roto el espíritu de concordia nacional que alentó el proceso de la Transición. Por eso son enemigos de la Constitución y de la libertad

La manifestación en Madrid es un acto cívico y un imperativo patriótico. Si el patriotismo es despreciado por la mayoría de la izquierda española, peor para ella. Y constituye un imperativo patriótico porque su objetivo lo es: expresar el rechazo a la política de Pedro Sánchez. Pero el acto decisivo deberá tener lugar en las urnas. Estos son los argumentos principales.

Existe una novedad en la política reciente. Antes, los golpes de Estado se daban para derrocar al Gobierno. Ahora pueden ensayarse también desde el Gobierno para romper la legalidad constitucional mediante disposiciones con apariencia de legalidad, pero, en realidad, ilegales. El Ejecutivo de Sánchez ha adoptado lo que podría calificarse como la vía venezolana hacia el comunismo, por ser Venezuela uno de los países que lo ha emprendido. El Gobierno español ha ido adoptando una serie de medidas legislativas para ello y ya cuenta con el control del Tribunal Constitucional. Un ministro llegó a reconocer que estamos ante un proceso constituyente.

La política gubernamental está poniendo en grave peligro la unidad nacional amenazada en primer lugar, pero no único ni último, en Cataluña, y con ella la Constitución que se fundamenta, según ella misma establece, en la unidad indivisible de España. Por lo tanto, un referéndum de autodeterminación hacia el que nos encaminamos (la negación del Gobierno no es un argumento sólido) no sólo sería ilegal, no sólo sería inconstitucional; entrañaría la destrucción de la propia Constitución.

Se trata de un Gobierno de Frente Popular compuesto por el PSOE y Podemos, es decir, un Gobierno socialcomunista. Además, cuenta con el apoyo de la ETA en su versión Bildu, ERC y otros partidos separatistas. No existe un Gobierno semejante en toda Europa. ¿Cabe imaginar, al menos hoy por hoy, un Ejecutivo británico que incluyera ministros comunistas y hubiera pactado y contara con el apoyo de los independentistas escoceses? En Alemania están prohibidos todos los partidos totalitarios, incluido, como es natural, el comunista. En esto, es cierto que España es diferente. Y peor.

Ha aprobado unas leyes inmorales, que dividen a la sociedad, probablemente inconstitucionales, y que crean problemas donde no los había y producen efectos contrarios a los pretendidos por pura ignorancia legislativa, seguida de pueril e ideológica obstinación. Leyes de memoria histórica, memoria democrática, eutanasia, reforma del aborto, la transexualidad y la conocida como ley del 'solo sí es sí' y que bien podría calificarse como ley para el fomento de la criminalidad sexual, entre otras. Todas ellas incumplen el objetivo de legislar pensando en el bien y el interés comunes y pretenden la imposición totalitaria a toda la sociedad de lo que está bien o mal y de lo que es verdadero y falso.

Es cierto que la mentira es moneda de curso extendido en la política, pero existe un uso común en las democracias según el que la mentira inhabilita para el ejercicio de cargos públicos. La mentira en todas sus formas, incluida, por ejemplo, la falsificación de títulos o de tesis doctorales. Pero entre nosotros la mentira ha expulsado a la verdad de la vida pública y se enseñorea de ella. Mentir se ha convertido en un mérito. Mienten con impasible rostro de tahúr, y si alguna vez dicen la verdad es para sembrar confusión y poder seguir mintiendo.

Este Gobierno ha roto el espíritu de concordia nacional que alentó el proceso de la Transición. Por eso son enemigos de la Constitución y de la libertad. Si no fuera trágico, resultaría divertido contemplar la falsa dicotomía que nos quieren hacer creer. Por un lado, ellos (socialistas, comunistas y separatistas), es decir, el pueblo; por el otro, la extrema derecha enemiga del pueblo. Esos son los contendientes: Sánchez y el fascismo.

Creo que son razones suficientes para afirmar que la derrota democrática de Sánchez constituye un imperativo patriótico, como el categórico kantiano, absoluto e incondicionado.