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Cosas que pasanAlfonso Ussía

Jipidos manchegos

En la última edición los galardonados más importantes han sido, por España, un individuo llamado Casanova que ha estrenado una película subvencionada que no ha visto ni su tía, y por Panamá, Pedro Almodóvar, que se entregó al sollozo contagioso cuando recordó a su madre

Tengo que reconocer que me emociona Almodóvar. Me refiero, claro está, a Almodóvar del Río, a seis leguas de Córdoba, con su majestuoso castillo alzado sobre un otero que domina uno de los primeros valles del Guadalquivir. Se puede visitar con tranquilidad o elegir la opción más sencilla. Admirarlo desde el AVE a 245 kilómetros por hora. «¡Mira, qué castillo!»; «¿dónde?»; «haber estado más atento».

También existe la localidad manchega, en la provincia de Ciudad Real, de Almodóvar del Campo, con una plaza muy bonita, pero sin castillo.

Y en la misma provincia, en Calzada de Calatrava, ya con Sierra Morena a la vista y el límite con Andalucía inmediato, nació Pedro Almodóvar, ganador del último Premio Feroz, que es un premio importantísimo del cine español, que instituyó años atrás la tataranieta de Caperucita Roja en homenaje y recuerdo del gran amor de su tatarabuela, el injustamente tratado Lobo Feroz.

Y tengo que reconocer que este tercer Almodóvar no termina de emocionarme, entre otros motivos, porque no soy panameño. Porque Panamá es donde guarda sus ahorritos para contribuir a la sanidad pública de la nación del Canal. Panamá es un Estado soberano con preciosas selvas y azules ríos, y con un solo defecto. A su lado, en Écija durante el mes de julio, hace frío.

No obstante, el cine español, que al paso que lleva su tartana va a pasar de depender del Ministerio de Cultura a hacerlo del Ministerio de Sanidad –los actores y actrices del progreso están por la labor–, organiza todos los años con el dinero de los contribuyentes españoles y algunos panameños, estos galardones Feroz que se entregan en una elegante sesión de gala. Y en la última edición los galardonados más importantes han sido, por España, un individuo llamado Casanova que ha estrenado una película subvencionada que no ha visto ni su tía, y por Panamá, Pedro Almodóvar, que se entregó al sollozo contagioso cuando recordó a su madre. En ese punto, cuenta con todo mi apoyo, porque yo también tuve una madre estupenda a la que añoro todos los días, si bien, prefiero hacerlo cuando a ella me refiero sin soltar el mocamen. La falta y la añoranza de una madre producen una sensación de serena tristeza que se experimenta con similar intensidad en España que en Panamá, si bien en Panamá, quizá por el calor, el desahogo de la pena se acompaña de llantos irrefrenables.

El cine español, el genuino, el subvencionado por los contribuyentes que no lo ven, celebra asimismo la gran gala de los premios Goya, aparentemente más importantes, pero con menor influencia que los Feroz para las nominaciones a los Oscar de Hollywood. Los grandes del cine español, todos ellos inmersos en la defensa de la Sanidad Pública española – defensa a la que me sumo–, se caracterizan por utilizar, cuando su salud lo precisa, la Sanidad Privada. Y su enemiga irreconciliable –por parte de ellos– es la presidente de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, que no es realizadora, ni guionista, ni actriz principal, ni actriz secundaria, ni cámara, ni iluminadora, ni nada que tenga que ver con el cine subvencionado o libre. Se trata de una obsesión muy sorprendente. Para mí, que se han equivocado de contrincante, porque los únicos enemigos del cine español son los productores que invierten su dinero en crear películas sin recurrir al de los contribuyentes y los propios contribuyentes, que en un porcentaje del 98 por ciento no acuden al cine a comprobar la calidad de las películas a las que han ayudado a producir.

Por ese motivo les ha dado por la Sanidad, porque no saben cómo explicar su absoluta dependencia del gorroneo.

Pero en resumen. La fiesta de los premios Feroz resultó muy emocionante. Se habló de la Sanidad Pública, se lloró en memoria de las madres, y se premió a un tipo hecho y derecho, excesivamenmte masculino y machista en sus gestos y apariencia, que se ha pulido el dinero de los impuestos en una película que no ha visto ni el tato.

Muy emocionante todo.