Oda al Metternich de Tetuán
Con su recital diplomático en Marruecos, Sánchez se sitúa a la altura de políticos legendarios, como Rufus T. Firefly
La historia de la diplomacia está llena de figuras de leyenda, desde el aventurero veneciano Marco Polo hasta Metternich, el inteligente cerebro del Congreso de Viena, pasando por Chateaubriand (cuyas sensacionales Memorias de ultratumba me atrevo a recomendar), o el todavía vivo Henry Kissinger, que a sus 99 abriles sigue aportando apuntes atinados.
Entre los diplomáticos legendarios pronto se estudiará a Sánchez Pérez-Castejón, conocido como el Metternich de Tetuán por su extraordinario manejo de las relaciones hispano-alauitas. En realidad, siendo justos, su recital en las relaciones internacionales ha sido de tal nivel que lo equipara al mismísimo Rufus T. Firefly, el estadista que encarnaba Groucho Marx en Sopa de Ganso.
Así ha discurrido el espectáculo diplomático de Sánchez Pérez-Castejón ante los alauitas:
Primero se pone estupendo y a diferencia de todos sus antecesores, que lo primero que hacían al llegar a la Moncloa era visitar Marruecos, pasa olímpicamente del vecino del Sur y se pira a ver a Macron, que queda más guay en el Instagram. Más tarde, en abril de 2021, no se le ocurre idea mejor que traer de tapadillo al líder del Polisario, el archienemigo de Marruecos, para que reciba tratamiento médico en España. Por supuesto enseguida se destapa que Ghali está en un hospital de Logroño y los marroquíes arden en cólera. Retiran a su embajadora en Madrid y acto seguido, en mayo, el sátrapa alauita organiza como venganza un asalto a Ceuta, con la policía marroquí dejando paso franco a 8.000 ilegales (récord en un día en una frontera española).
Para intentar zanjar la crisis, en julio de ese año, Sánchez entrega como ofrenda la cabeza de su ministra de Exteriores, la muy mediocre González Laya, tras solo año y medio en el cargo. Pero los marroquíes –léase Mohamed VI, que es allí el único que pincha y corta– siguen de morritos.
Temeroso un descontrol de la inmigración irregular, o incluso de una relajación de la vigilancia del terrorismo yihadista, Sánchez asume que Mohamed VI le está ganando la partida. Así que para congraciarse con él da un volantazo insólito. El 18 de marzo de 2022, de manera súbita, entierra la histórica posición española sobre el Sahara y pasa a apoyar la tesis marroquí. Para humillación total de España, es el Gobierno marroquí quien comunica la envainada de nuestro Ejecutivo. Además, Sánchez ha tomado la decisión incumpliendo su deber constitucional de informar a Felipe VI –según ha revelado Antonio Naranjo en una información en El Debate– y sin informar a sus socios de Gobierno, a la oposición y al Parlamento. Por el medio, alguien ha entrado al móvil de Sánchez con Pegasus y ha fisgado en su privacidad. No sabemos todavía quién...
Con sus maniobras orquestales en la oscuridad, el Matternich de Tetuán consigue encabronar de inmediato a Argelia, nuestro principal proveedor de gas, que pasa a elegir Italia como vía preferente para acceder a Europa. Las relaciones económicas con los argelinos se hunden.
En junio de 2022, cuando ya somos coleguis de Mohamed, se produce un gran salto de inmigrantes en la valla de Melilla. La policía marroquí lo repele de forma inhumana, salvaje. Una tragedia con 23 muertos reconocidos (pueden ser muchos más). El Metternich de Tetuán, el referente «progresista» del orbe, el amigo de los inmigrantes que llegó al poder organizando el «Welcome Aquarius» en Valencia, no tiene una sola palabra de crítica sobre la brutalidad de la policía de su flamante amigo Mohamed.
Y por fin llegamos al día de hoy. Tras meses con Marruecos dándole largas, el Gobierno español logra por fin que accedan a una cumbre bilateral en Rabat. Para que la cita tenga pote, Sánchez acude con una tropa de doce ministros (menos los comunistas, que pasan). Pero el Metternich de Tetuán vuelve a cubrirse de gloria. Resulta que Mohamed VI, en un gesto de displicencia hacia Sánchez, ni siquiera está en Marruecos. Lo más que logra nuestro Rufus T. Firefly es que el monarca marroquí se le ponga al teléfono unos minutos en la víspera de la cumbre, quien sabe si hablándole desde una hamaca.
Todo este número, de broma de Miguel Gila, culmina con Albares pelotilleando a su jefe y proclamando henchido de orgullo que la cumbre hispano-marroquí es un exitazo memorable.
Resumen: además de sectarios, son más malos que el que inventó las palmeras de chocolate rosa.