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GaleanaEdurne Uriarte

Villacís y el difuso centro

C´s nunca pudo resistir esa presión, hasta coquetearon con llamarse progresistas y socialdemócratas, cualquier cosa menos derecha, y acabaron en el difuso centro. En la nada

Centro fue el mantra al que se agarró Begoña Villacís en su rueda de prensa de esta semana para explicar su continuación en C´s. Precisamente el mantra que explica el estrepitoso fracaso de C´s, el que nos habla de su indefinición ideológica, de su confusa y difusa identidad. Una vaguedad acentuada por los torpes intentos de representar el liberalismo, corriente bien asentada desde hace décadas en los partidos de la derecha europea. Y hacerlo, además, intentando sacar al liberalismo de las corrientes ideológicas de la derecha. Que es como reivindicarse socialista, pero no de izquierdas.

C´s podía haber tenido un espacio político, si se hubiera centrado en Cataluña y no hubiera cometido el tremendo error de la marcha a Madrid de Inés Arrimadas tras ganar allí las elecciones; o las dudas sobre el 155 de Albert Rivera tras el golpe secesionista, y qué decir de sus titubeos sobre los pactos con el sanchismo. Podían haberse consolidado como un partido enfocado hacia un solo tema, la libertad y el cambio en Cataluña, pero la ambición les cegó, una ambición mal acompañada de la ola de antipolítica, o de nueva política, en la que tantos aspiraron a sustituir a los partidos tradicionales. Para que eso pudiera salir bien habrían necesitado del hundimiento de esos partidos tradicionales, sobre todo del PP, que es el espacio que querían, a pesar de repetir que no eran de derechas. Como en Francia, donde a Macron se le hundieron los dos, los Republicanos y el Partido Socialista, y así llegó a la presidencia. Pero nada de eso pasó en España, y C´s se quedó colgado de la brocha, de la brocha del centro.

El centro existe, claro está, pero en forma de centroizquierda y de centroderecha. De hecho, la mayoría de los votantes españoles se sitúa en el centro de la escala ideológica, de ahí la regla de oro electoral que obliga a conquistar esas posiciones para ganar las elecciones. Pero C´s nunca entendió que esos ciudadanos centristas tienen identidades definidas de izquierdas o de derechas, y, aún más, que la ideología sigue siendo el factor más relevante en el voto. Y fuera de circunstancias especiales, es difícil que te voten cuando ni tú mismo sabes lo que eres.

Si añadimos a lo anterior el miedo de tantos líderes de C´s a esos valores culturales dominantes de la izquierda, tenemos el cuadro completo de su fracaso. El propio mantra del centro es un buen exponente de ese miedo. Si uno quiere distinguir si son de izquierdas o de derechas los participantes en un debate, existe un método infalible: los de izquierdas se pelean para ver quién se queda con la marca izquierda, mientras que los de derechas lo hacen por la marca centro. Sobre todo, aquellos que más temen a los dictados de la izquierda, como C´s. Mientras Pedro Sánchez compite con Podemos para liderar la izquierda, se ocupa con más ahínco aún en demonizar a la derecha, palabra que siempre acompaña de ultra o de extrema, de la misma manera que los círculos periodísticos e intelectuales del socialismo. C´s nunca pudo resistir esa presión, hasta coquetearon con llamarse progresistas y socialdemócratas, cualquier cosa menos derecha, y acabaron en el difuso centro. En la nada.