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Cosas que pasanAlfonso Ussía

El profesor

Pablo Iglesias va camino de convertirse en el primer profesor sin alumnos, entre otros motivos, porque es un tostón , un alejado del ingenio, un dogmático del rencor, y un fracasado de la vida

Desde el 5º de bachillerato al preuniversitario, don Santiago Amón fue mi profesor, en el colegio Alameda de Osuna, de latín, griego, poesía, teatro, cine, toros, pintura, novela, filosofía, ética y estética. Éramos 15 los alumnos de Letras, y en ocasiones, el aula se hacía pequeña con la presencia de infiltrados de Ciencias que se acoplaban a sus clases, magistrales. Don Santiago jamás suspendió a ningún alumno, ni vigiló los exámenes por escrito.

—El alumno que ha elegido Letras y no le interese aprender latín y griego, también será aprobado, pero siempre será un aprobado imbécil.

En una ocasión determinó la expulsión de un alumno por un asunto de la mayor importancia. Don Santiago, que había compartido célula comunista con Fernando Sánchez-Dragó y Paco Rabal –fueron expedientados y expulsados del PCE por gastar la ayuda de Moscú en restaurantes y tabernas–, tenía una fuerte conexión con la Fe cristiana. Un hermano jesuita, sabio pero no tan brillante, era su faro y su consuelo. Nació Amón en Baracaldo, Vizcaya, pero era palentino, vivió y se alzó en su castellanía pura, y murió en un terrible accidente de helicóptero cuando volaba hacia Palencia, obligado por las circunstancias, a inaugurar la restauración de un iglesia románica en un acto presidido por la Reina Sofía. Santiago Amón, enamorado de los viajes en tren, había reservado un asiento en el Talgo, pero le convenció la Directora General de Tráfico del Gobierno socialista, Rosa de Lima Manzano, para viajar en helicóptero. Aquel helicóptero se empotró en una cresta de la sierra de La Cabrera, en Madrid, y de aquel golpe nos quedamos huérfanos de su monumental cultura, inteligencia, sensibilidad y humor. Cojeaba, y escribió un «Cojario» excepcional, y sólo expulsó a aquel alumno en toda su vida dedicada a la docencia. Decía Santiago que la perfección de las obras de Dios , en ocasiones, eran mejoradas por el hombre: «Por ejemplo, un hipopótamo está muy bien, y es obra de Dios, pero un Rolls-Royce está mejor, y es obra del hombre». El alumno, el bueno de Juan Espinosa de los Monteros, rebatió su teoría:

—Creo, don Santiago, que no son obras comparables. Me quedo con el hipopótamo.

—En tal caso, señor Espinosa, abandone inmediatamente la clase y medite en el pasillo el alcance de la extravagancia que termina de decir.

Fue la gran estrella cultural en Antena 3 de Radio, la verdadera, y era místico, heredero de los Siglos de Oro de nuestra literatura y pintura, monárquico a su pesar, antimadridista, y gran aficionado al baloncesto por cuanto lo practicaba su hijo mayor, Abel Amón. Su autor preferido en latín, Virgilio, creador de la metáfora. El profesor completo y respetado unánimemente por sus alumnos.

En el polo opuesto, destaca otro profesor, adjunto o asociado, que es un pedante del odio, reptiliano y singularmente botarate. A su primera clase asistieron en torno a un centenar de alumnos. A la segunda, siete. A la tercera, cinco. Lleva camino de convertirse en el primer profesor sin alumnos, entre otros motivos, porque es un tostón , un alejado del ingenio, un dogmático del rencor, y un fracasado de la vida. Hasta sus partidarios huyen de sus lecciones y sus afirmaciones hepáticas. Después de ímprobos esfuerzos y dos rechazos, consiguió al tercer intento ser admitido como profesor asociado de cinco alumnos. De existir la Cátedra del Resentimiento y la Envidia, sería catedrático. Lo único en lo que ha destacado ha sido como machista y colocador de sus chicas. Un desastre de chicas, por otra parte. Ahora amenaza, erosiona y, sobre todo, aburre. De ahí el descriptible entusiasmo que ha despertado en el alumnado. Le sugiero que, con el buen tiempo y la primavera, renuncie al aula universitaria, y convoque a los cinco alumnos que le quedan a recibir sus clases en torno a la barbacoa hortera que se instaló en su chalecito de Galapagar. Y entre clase y clase, chapuzón en la piscina. Pero sin ocupar espacios dedicados a la enseñanza y la inteligencia.

Y si le falla un alumno y se queda con cuatro, que jueguen al tute o al mus.