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Perro come perroAntonio R. Naranjo

Froilana

Nos metemos mucho con el sobrino del Rey, pero él no cobra 129.000 euros ni cree que la menstruación es machista ni va soltando a violadores a la calle

Todo el mundo, por aquello de que atizar a la Casa Real es gratis en un país que ha perdido el oremus, se fija en cualquier leve movimiento de Froilán, a quien nadie llama así en realidad, pero queda más pendenciero que Felipe.

De él destacan, oh cielos, que un veinteañero haga cosas de veinteañero, como si ser sobrino y nieto de un Rey le obligara a hacer menos cosas que, digamos, a alguien como Íñigo Errejón, que con el doble de edad aún sale por las noches de juerga y es acusado y luego absuelto de hincharle la ingle a un paisano de una patada voladora.

Al chaval le tratan peor que al líder de Más Estado Español, o como se llame su cosa, aunque nadie le ha acusado nunca formalmente de nada, invirtiendo la carga de prueba y el sentido común más elemental: si a alguien le roza cerca una pelea en la que no participa, la pregunta razonable es si le ha pasado algo, pero al tratarse de un Borbón se le envía a Abu Dabi para ver si el abuelo le corrige, como si fuera El Torete y estuviera a punto de darle un navajazo a alguien.

Hay un caso mejor para contrastar la crueldad con unos y la indulgencia con otros: el de Pam Rodríguez, bisexual y autora de una autobiografía redactada por ella misma en sus redes sociales en 2017: «Quiero ponerme vestidos transparentes de purpurina, sentirme deseada y que esto sea un acto radical de feminismo».

Nada que objetar a las pretensiones primera y tercera, tan libres como sostener que la menstruación es patriarcal, pero permita la aludida una alegación a la segunda: eso depende ya de otros y, de momento, la voluntad femenina personal no es suficiente para obligar a un joven, jóvena o jóvene a ver las carnes de Pam y suspirar por ponerla mirando a Cuenca.

No hay muchos más datos en la biografía de Pam, que estudió Filosofía, acampó en el 15M y forma parte del mismo selecto grupo de íntimas de Irene Montero, muy cerca de la que considera que meter demasiado tiempo en la cárcel a un violador es venganza y de la que sostiene, con legendario criterio, que la heterosexualidad masculina es en sí misma machista y no dejará de serlo hasta que todos los hombres prueben a estar ensartados como un rollo de carne en un kebab de Malasaña.

Hechas las presentaciones, lo sustantivo de Pam es que es secretaria de Estado y que, si nada cambia, seguirá siéndolo tras constatarse que su ley del 'solo sí es sí' ha sido mano de santo para los delincuentes sexuales, pero no para sus víctimas.

Froilana, si se me permite el cambio de nombre en honor a la inocencia de sus actos y al maltrato que recibe, cobra por todo ello la módica cantidad de 129.000 euros anuales, que son exactamente 129.000 euros más que en su último trabajo conocido en la empresa privada.

Y Froilana, para intentar conservar el sueldo y seguir filosofando sobre las bolleras con pene o los peces espada con vagina sentida, ha optado por la curiosa opción de mantener todos sus insultos a todo el mundo pero aceptar la modificación de la ley o, peor, persistir en su defensa.

Porque más allá de otras reflexiones sobre la salud mental de todas las Campoamor de mercadillo que okupan el Ministerio de Igualdad, queda una pregunta que no han sabido resolver:

Si su ley era para proteger mejor a las mujeres, ¿cómo es posible que para huir de la quema defiendan a la vez la reducción de las penas que contiene? No se puede estar contra la Justicia punitiva y a la vez contra el piropo, rebajando la pena a un violador a cambio de subírsela a un tocaculos, aunque de Froilana y todas las mujeres y majaras que rodean a Irene cabe esperar cualquier cosa.

Incluso que acusen a Froilán, el muy perverso, de echarse novietas en un after, mientras ellas montan un pollo con un pollo que parece una gallina pero es un cerdo. O cerda, que ahora va a estar protegida también por la ley del 'solo sí es sí' animaloide.