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Desde la almenaAna Samboal

La inmolación de Llop

Pedro Sánchez sacrificó a Carmen Calvo y ahora expone a la ira de sus socios a Pilar Llop. No tardaremos en saber a qué precio

No hay Consejo de Ministros sin tensiones internas. ¡Ay, si hablaran los cuadros colgados en las paredes de esa sala! Nos contarían de los enfrentamientos entre Soraya Sáenz de Santamaría y Dolores de Cospedal o de los combates entre Alfonso Guerra y Carlos Solchaga o Miguel Boyer. Han sido algunos de los más célebres. Trascendieron los muros de la Moncloa porque no se molestaron en disimularlos. Más bien, al contrario. En sus guerras sin cuartel, requerían de aliados externos con el fin de obligar a tomar partido a sus presidentes y no escatimaron esfuerzos a la hora de reclutarlos.

Lo que hasta ahora no habíamos presenciado es el espectáculo al que asistimos entretenidos a la vez que estupefactos: la lucha, a brazo partido, de medio Gobierno contra la otra mitad. ¡Qué nos quedará por ver si, a estas alturas, los cuchillos afilados surcan los cielos de Madrid de uno a otro ministerio, cuando todavía queda un mes para la manifestación del 8 de marzo! En esas manifestaciones, se dirime un buen puñado de votos de la izquierda. Una bolsa que, aunque notablemente mermada, puede garantizar un futuro medianamente digno, en términos electorales, para las huestes de Pablo Iglesias o condenarle a un rincón del Congreso de los Diputados.

Hay que admitir que Ione Belarra puso su granito de arena para disipar la tormenta. Intentó suturar la sangría de votos que les va desangrando en las encuestas a medida que sube el contador de rebajas de condenas sacudiendo estopa a Juan Roig. Pero la bronca duró menos de una semana. Y los jueces, aplicando la ley en sus justos términos, seguían excarcelando violadores. Había que cortar de raíz el escándalo y tomó el testigo Patxi López, buscando una reforma rápida en el Congreso. Con lo que probablemente no contaba era con la abierta y gritona rebelión de Irene Montero y su tropa. La ministra, de momento, ha logrado su objetivo: ha obligado al presidente a mover ficha.

Pedro Sánchez sacrificó a Carmen Calvo y ahora expone a la ira de sus socios a Pilar Llop. No tardaremos en saber a qué precio. Es posible que la titular de Justicia, escasamente valorada en sus dominios, con una huelga enquistada desde hace días, sea una de las primeras bajas en la próxima crisis de gobierno. O tal vez, en pago a su necesaria inmolación, haya logrado mantener el maletín y la silla en los consejos de los martes hasta que acabe la legislatura.

Todo sea en pos de un fin más elevado. La virulencia de la guerra interna del Gobierno de coalición ha llegado a tal extremo que es necesario salvaguardar al presidente. Le guste o no –y probablemente abomine de ello– Pedro Sánchez no sólo necesita salir airoso de este trance, sino que no puede destruir a Podemos. El fiasco de la plataforma de Yolanda Díaz le fuerza a garantizar que, tras las próximas elecciones, los de Iglesias obtengan escaños suficientes en el parlamento para intentar reeditar la mayoría Frankenstein.