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Vidas ejemplaresLuis Ventoso

Begoña y un pato cojo

A veces en política llega un imprevisto que hace que luzcan todas tus miserias y que te garantiza la derrota electoral: Sánchez ya lo ha encontrado

La cifra que retrata una infamia sangrante ya está aquí: este jueves se han alcanzado los 500 delincuentes sexuales premiados por las rebajas de la ley Pedro Sánchez-Irene Montero (y en medios judiciales se especula con que pueden ser más, porque algunas comunidades todavía no han actualizado sus datos).

Sánchez es el culpable del escándalo del «solo sí es sí», el mayor ataque a las mujeres desde un Gobierno en nuestra democracia. Él fue quien dejó seguir adelante a Irene Montero, una analfabeta jurídica, cuando todos los especialistas informaban en contra (22 informes avisando del dislate). Él alardeó en el G-20, y varias veces más, de que la ley era maravillosa y un ejemplo para el mundo. Él es quien ha tardado tres meses en anunciar una corrección, mientras los delincuentes sexuales iban saliendo en goteo a la calle. Él es el débil mandatario que anoche todavía defendía a Montero, en lugar de cesarla de manera fulminante.

El deterioro de Sánchez no comienza en el arranque de este 2023. Su figura ya estaba apolillada antes, debido a su intimidad con la mentira, las cesiones a los separatistas catalanes, el palanganeo con Bildu y, sobre todo, por el dolor en los hogares por la subida de la cesta de la compra y la energía (la inflación siempre la paga el gobernante de turno, sea o no culpa suya). Pero dos imprevistos le han dado la puntilla electoral. El primero empezó con una pancarta ocurrente colocada a su paso en una calle de Sevilla. Rezaba «que te vote Chapote». Esa frase ha acabado convirtiéndose en un latiguillo que ha calado en el cuerpo ancho de la sociedad. En el subconsciente colectivo ya está grabada a fuego la idea de que tenemos un presidente del Gobierno cómodo con la órbita etarra.

El segundo clavo, la bala de plata que lo va a tumbar en las urnas, es la polvareda del «solo sí es sí», porque refleja tres pecados políticos: fanatismo doctrinario, incompetencia y soberbia. Lo que ha ocurrido es tan intragable que llega hasta al más despistado de los ciudadanos: el Gobierno ha hecho una chapuza que está sacando a los violadores a la calle. Eso lo entiende todo el mundo y molesta a todo el mundo (salvo a las iluminadas del Ministerio de Igualdad). El goteo, por desgracia, va a continuar. Los ecos de la incompetencia de Sánchez y Montero van a llegar a las elecciones municipales y autonómicas del 28 de mayo. Y unos malos resultados en ellas supondrán el pórtico de una derrota del PSOE en las generales (si pierde Valencia, Sánchez quedará sentenciado).

En Moncloa y Ferraz manejan encuestas pavorosas, de ahí que un político tan altivo como Mi Persona se aviniese al final a rectificar. Pero la remontada se va tornando una utopía. Cuando pasea por los pasillos y jardines de la Moncloa, Begoña está hoy acompañada por un pato cojo, la expresión de la jerga estadounidense para denominar a los presidentes de salida, zombis políticos que han iniciado el tiempo de descuento, aunque mantengan todavía el ornato de un poder de cartón piedra.

Ya lo sabemos, sí: aplicará el Manual de Resistencia, habrá una traca final de marrullerías, recurrirá a toda la munición que encuentre, sus televisiones se volverán locas… Pero en estos momentos las posibilidades de Sánchez de seguir en la Moncloa en 2023 son similares a las que tiene mi Dépor de disputar la Europa League.

El veredicto lo conoceremos dentro de diez meses. Pero la sensación callejera es que hay una mayoría amplia de españoles con ganas de sacudirse de encima esta pesadilla doctrinaria, chapucera, intrusiva, arrogante y antipatriótica. Han contraído demasiados méritos como para no perder.