¿Es la del PSOE la única moral posible?
Decepcionante la asepsia pragmática del PP ante el debate del aborto y cómo ha aceptado el rodillo de Conde-Pumpido
Lo tengo claro: en el futuro se verá como una aberración que en una etapa de la humanidad se consideraba aceptable matar a los fetos (que es en lo que consiste el aborto, por eso para no encarar tan salvaje realidad se recurre a eufemismos, como llamarlo «interrupción voluntaria», o incluso ¡derecho!). En España, el segundo país europeo con peor tasa de natalidad, se registran 90.000 cada año.
El debate del aborto no es político ni religioso, o no solo. Existe una evidencia científica irrefutable que obliga a rechazarlo. Cualquier persona normal que vea las imágenes detalladas de cómo se lleva a cabo y las nítidas ecografías del nasciturus no puede concluir que ese acto está bien, ni disculparlo con la excusa de un supuesto «derecho» superior de la mujer que justifica eliminar a ese ser humano.
Concuerdo con la valoración de la Iglesia española ante la sentencia del TC de Conde-Pumpido sobre la ley de plazos de Zapatero. Califica la resolución de «ideológica, acientífica y promotora de la desigualdad». La Iglesia repara además en un asunto que delata toda la crueldad del aborto: los fetos con síndrome de Down pueden ser eliminados hasta los cinco meses y medio. Cualquiera que haya conocido a una familia con una persona con esa alteración genérica sabe que es la más querida de la casa. Pero la ley –ay– los señala como reos por ser diferentes. Esa es la verdad inhumana de la normativa actual.
¿Y qué opina de todo esto el PP, cuyos estatutos todavía recogen que es un partido «inspirado por el humanismo cristiano de tradición occidental»? Pues en su primera valoración, su líder se limitó a observar que le parece «una ley correcta en términos generales» (más tarde, en una entrevista en El Debate, Feijóo ha añadido que «el aborto es un fracaso, personal y social»).
El tono del PP podría calificarse de adaptativo ante lo que ellos consideran el nuevo consenso social. Lo explica sin ambages el reaparecido Borja Sémper, su nuevo portavoz: «La España de hace 13 años no es la misma de hoy. La interrupción voluntaria del embarazo a través de un sistema de plazos es un modelo razonable, aceptado por la sociedad». Traducción: no se trata ya de ver si algo es bueno o malo, sino de si gusta al público o no.
El PP viene a aceptar que la moral que ha venido imponiendo el PSOE desde Zapatero, y todo el catálogo de ingeniería social del sanchismo, han ganado la partida en nuestra sociedad de manera irreversible. Consideran imposible implantar una forma de pensar alternativa a la de la izquierda. Así que anteponiendo la calculadora electoral a los principios –o en este caso a las evidencias morales– renuncian a defender la vida de los más indefensos, los que están a punto de nacer (aborto) y los que están a punto de morir (eutanasia), pues han llegado a la deprimente conclusión de que hacerlo les restaría votos.
Primar el interés electoralista por encima de las evidencias morales no creo que sea jamás una buena idea. Feijóo va a ganar las elecciones, porque el sanchismo se encuentra en estado terminal y porque es un gestor más fiable que su rival. Será el próximo presidente. Pero lo podría conseguir igualmente sin enterrar por cálculos electorales el aliento cristiano, que era una seña de su partido. Acierta Mayor Oreja cuando le pide que «reflexione» al respecto. Un líder tiene que liderar, defender lo bueno, aunque no coincida con lo más popular. Además, resulta harto dudoso que el conjunto de la sociedad española haya abrazado ya la moral del PSOE como la única posible, como viene a decir el PP.
Maquiavelo y Hobbes sostenían que «el fin justifica los medios». El catolicismo piensa exactamente lo contario: «No está permitido hacer el mal para obtener un bien». Es un debate muy trascendente, que merece una buena pensada y no debería despacharse desde la ligereza tacticista.