Ni rastro del 'solo sí es sí' en los Goya
Ni pío sobre la revictimización de decenas de chicas que un día fueron abusadas, pasaron por un infierno procesal y han visto salir de la cárcel a sus verdugos
El año pasado esperé y esperé a que los hiperventilados del cine español, siempre tan aficionados a las pegatinas del «no a la guerra», se colocaran en la solapa la misma proclama contra Putin, que acababa de invadir Ucrania. Esperé sin éxito porque la guerra si no la emprenden sus enemigos políticos es menos guerra, es como si la declarara Gila: ¿Está el enemigo...?, no, pues lo desentierro, porque contra Franco vivíamos mejor.
El sábado noche volví a sentarme delante del televisor con la esperanza de que los subvencionados se dolieran de que medio millar de psicópatas, que han violentado sexualmente a niños, mujeres y ancianas, estén restando meses, incluso años, a sus condenas gracias a la incompetencia de una banda de mujeres enfermas de resentimiento, ignorancia y sectarismo. Pues oye, estos comprometidos a tiempo parcial no dijeron ni media palabra. Sin embargo y después de lo sucedido en los Premios Feroz, activaron un protocolo antiviolación para gente teóricamente progresista que obliga a replantearse viejos estereotipos alentados por la izquierda sobre el culposo machismo de la derecha.
Nos dieron la chapa ideológica como acostumbran, porque siguen viviendo contra Franco pero disfrutando de la pasta que les da la democracia que todos pagamos; ni pío sobre la indefensión y revictimización de decenas de chicas que un día fueron abusadas, pasaron por un infierno procesal y hoy han visto salir de la cárcel a sus verdugos. Allí estaba, detrás de una pajarita, Pedro Sánchez, buscando votos entre las butacas del FIBES de Sevilla, flanqueado por las enemigas íntimas Yolanda e Irene, esta última de fúnebre vestido e intenciones esquivando las preguntas de los compañeros de la prensa sobre su bodrio legal. La Academia olvidó saludar al presidente de la Junta de Andalucía, que les ha dado sopas con honda en las urnas, o al jefe de la oposición, Núñez Feijóo, presente para recordar a todos que hay una parte de España que no se traga la impostura de estos sujetos del cine español.
Eso sí, son incontables las veces que trajeron a colación la sanidad pública, el camino más corto para atizar a Díaz Ayuso. Pero la venganza poética existe: tuvieron la mala suerte de que la viuda del gran Carlos Saura, fallecido el viernes, agradeciera al hospital de Villalba los cuidados a su esposo, lo que provocó aplausos a rabiar sin saber, los que iban de claque, que ese centro tiene una gestión público-privada, la misma contra la que ellos se acaban de manifestar.
Vestidos de alta costura y bajo gusto, los Casanova, las Clara Lago, los Antonio de La Torre y todos los estómagos que se alimentan gracias a las subvenciones públicas, volvieron a sus macartismos inventados: la derecha, Ayuso, la sanidad pública que sustituyen por la privada cada vez que enferman, y al sesgo político de quienes defienden más a los perros y a las ratas de alcantarilla, seres sintientes con derechos de humanos, que a sus conciudadanas desprotegidas por la temeridad podemita. Mucha brecha de género, mucho feminismo, mucho techo de cristal, pero hasta que los suyos la pifian y hay que cerrar filas no vaya a ser que se acabe el maná que les manda Iceta con bonos jóvenes y ayudas directas.
Justo es reconocer que algunas de las películas de este año –As Bestas, Cinco Lobitos o Alcarràs– han salido de las trincheras guerracivilistas para acercarnos a lo rural o a la maternidad hiperrealista, abriendo el foco para captar mayor cantidad de público, cada vez más remiso: un 15,75 % de cuota de pantalla de los rollos españoles, frente al 60,7% del cine americano o el 19,87 % del europeo. Ahí va una razón más para que esas cifras sigan descendiendo a pesar de las abultadas ayudas de Sánchez: los hipócritas titiriteros acogieron como uno de los suyos a un proetarra amigo de Otegui que ha obtenido 200.000 euros en subvenciones firmando una cinta que convierte en héroes a dos asesinos de ETA. Todo en orden, pues.