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Perro come perroAntonio R. Naranjo

El PP tiene que espabilar

La táctica de Feijóo para echar a Sánchez es válida e inteligente, pero desecha un riesgo evidente por la naturaleza amoral de su rival

La aparente tibieza de Feijóo con Sánchez, en algunos asuntos relevantes más allá de la economía, tiene explicación: por muchos palos que se peguen el PP y Vox, llegado el momento de la verdad Abascal no podrá dejarle tirado y permitir, por omisión, que continúe una coalición Frankenstein unida para la eternidad por ausencia de otras alternativas aritméticas.

Es lo que ha pasado en Madrid, Andalucía o Castilla y León, con distintas fórmulas y desiguales resultados, y es lo que ocurrirá en España: cuando Vox deje de competir por el electorado más cafetero de la derecha, en una estrategia lógica y legítima, y se cierren las urnas, sus opciones serán facilitar la investidura de Feijóo o permitir la supervivencia de Sánchez.

Y no hay duda de cuál será su decisión. Como tampoco la del PSOE con Podemos, Bildu y ERC; a quienes vendió su alma de manera irreversible y definitiva.

En ese contexto hay que comprender, pues, la actitud de Feijóo: si el apoyo de la derecha es previsible, en el momento de la verdad; la pelea está en arañarle al PSOE una parte de su electorado, escandalizado o descontento con un presidente que se ha entregado al nacionalpopulismo y, por necesidad y sin escrúpulo alguno, le compra su agenda anticonstitucional y su lenguaje chavista, visibles en sus cesiones obscenas en el Código Penal o en su lenguaje inaceptable contra el empresariado.

Los expertos calculan que hasta un millón de votos del PSOE pueden trasladarse al PP si Feijóo sigue nadando en aguas tibias y pone fácil una mudanza electoral de quienes, tal vez, no darían ese salto de encontrarse en el líder popular a alguien más parecido a Salvini que a Merkel, por establecer una comparación inexacta pero ilustrativa del fenómeno.

Como dijo Lao Tsé, aunque la frase se la han atribuido a tantos otros, da igual si el gato es negro o blanco, mientras cace ratones. Y de eso va el PP: de cazarlos y, una vez lograda la pieza, aplicar una agenda que sí tenga en cuenta las imperiosas necesidades reformistas de un país sometido en su totalidad a una perversa modalidad de la célebre ley trans que ha mutilado, hormonado o escondido su anatomía constitucional tradicional y su genoma democrático más genuino.

Ningún experto en demoscopia ni asesoría política pondrá grandes pegas a una estrategia hábil y resultadista que, incluso si tiene éxito, solo quedará plenamente legitimada si una vez alcanzada la meta se invierte el botín en hacer buena parte de lo que antes se mentaba de refilón o directamente se esquivaba.

Pero hasta en ese escenario, el PP debe encontrar la manera de hacer compatible los intereses con los principios y de no ignorar a sus propios votantes para camelar a una parte de los del rival. Por decencia intelectual y política, sin duda, pero también por estrictas razones prácticas.

La bronca política que le han montado a Ayuso con la sanidad madrileña, que con todas sus pegas sigue siendo de largo la mejor de España, demuestra una característica del rival que puede alterar la planificación popular, resumida en ponerse de perfil y esperar a que pase el féretro con el cadáver de Sánchez dentro.

Porque ha sido en la sanidad, paradójicamente, donde el PP ha sido más condescendiente con Sánchez: su horrenda gestión de la pandemia, saldada con la peor ruina de Europa, una de las mayores mortalidades proporcionales del mundo y un confinamiento masivo inconstitucional del país entero; le daba la ocasión para someter a un calvario judicial, público, mediático y parlamentario al responsable de la catástrofe.

Y no solo le ha perdonado la vida con el desastre que resume todos los desastres del sanchismo, sino que ha permitido que la sanidad, su punto más débil y definitorio de toda su obra, se convierta en el arma arrojadiza más eficaz contra el propio PP y uno de sus grandes activos electorales, la madrileña Ayuso.

Si se esconden los principios y se choca con alguien sin escrúpulos, confiarlo todo al frío diseño de campañas de laboratorio puede acabar dando disgustos ahora inesperados. Con el demonio, irse de picnic suele acabar en tragedia.