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Vidas ejemplaresLuis Ventoso

A España le falló la izquierda encorbatada

En ningún otro país de Europa Occidental el «progresismo» caviar se ha aliado con el separatismo antisistema

García Márquez, en una frase luego harto sobada, definió el periodismo como «el mejor oficio del mundo». Me temo que pecó un pelín de hiperbólico. No creo que el periodismo esté a la altura de un médico, que salva vidas; un sacerdote, que salva almas; o un compositor, que eleva los espíritus con su música. Pero el periodismo tiene algo único, y es que a veces te permite acceder a conversar en privado con personajes relevantes y/o interesantes.

En una ocasión participé en una pequeña charla distendida en un despacho con Rubalcaba cuando él era líder del PSOE. Siento decir que salí de allí descorazonado. El dirigente del partido que más tiempo había gobernado España desde 1978 venía a decir que en Cataluña no había nada que hacer, que tarde o temprano aquello «se iba». Posteriormente, pude asistir a una comida privada con el actual líder de UGT, Pepe Álvarez. De nuevo supuso una enorme decepción. Aquel hombre, asturiano de origen, hablaba como un nacionalista catalán. Hacía mucho más énfasis en defender a los separatistas que en argumentar contra ellos en pro de la unidad de la nación. La conclusión que me quedó tras ambas citas es que el socialismo español sufre un complejo de inferioridad galopante frente a los nacionalismos disgregadores y en la práctica ha renunciado a batallar contra su crecida. Su idea es suicida: hay que concederles cada vez mas prebendas para aplacarlos... Hasta que un día el abrazo oso te aplaste con tanto pasteleo.

En esa misma línea de entreguismo, provoca perplejidad leer un editorial del periódico de referencia de la izquierda española centrado en desautorizar la decisión del Supremo sobre la inhabilitación de Junqueras y sus cómplices y en remar a favor de los separatistas y su socio parlamentario (Sánchez). Hablamos de un supuesto periódico de orden, editado por una empresa cotizada, que resulta que adopta como línea editorial cargar contra el más alto tribunal español y sus decisiones. Esa acción erosiona en la práctica la democracia española y es absolutamente insólita entre sus pares europeos. Sería inconcebible en el Reino Unido que el Guardian, por ser de izquierdas, se lanzase a poner a parir a la Corte Suprema británica y sus decisiones para defender a los separatistas escoceses. ¿Por qué ocurre aquí? Pues porque la izquierda encorbatada, el «progresismo caviar», ha roto cualquier compromiso patriótico con España.

El problema también guarda relación con que al final los dueños de ese oráculo de nuestra izquierda al que me he referido no son españoles. El primer accionista del grupo que fascina a la progresía local, con un 29.8 % del capital, es de un hombre de negocios francés de ancestros armenios, que opera a través de un fondo británico. Actores mexicanos poseen un 16 %... Solo el 21 % del accionariado es español. ¿Cuál es la consecuencia práctica de ese reparto? Pues que no estamos ante editores comprometidos con el país donde actúan. Son inversores más o menos de paso, atentos a sus intereses particulares, a los que les da igual si el periódico le hace el caldo gordo al separatismo catalán o al Gobierno de extrema izquierda que soportamos. Les da igual arre que so si entienden que apoyar eso les puede servir para otras operaciones.

El principal problema de España es el separatismo, pues es el único que puede destrozar el país. Si la izquierda hubiese estado en su sitio estaría controlado y muy a la baja. Pero como decía un taimado diputado gallego, al que Dios tenga en su gloria, «aquí pasó lo que pasó…». Una felonía. Una pena.