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Vidas ejemplaresLuis Ventoso

Borderías con la bandera de España

El PSOE, que todavía se apellida Español, no tiene nada que decir cuando una diputada separatista aparta con desprecio la bandera española en el Congreso

No hay dato que exprese mejor la burramia supremacista del nacionalismo antiespañol que el que vamos a facilitar a continuación. ¿Los tres apellidos más comunes en Cataluña? García, Martínez y López. ¿En Galicia? García, González y Rodríguez. ¿En el País Vasco? García, González y Fernández. ¿En Madrid? García, Fernández y Sánchez. Formamos el mismo país desde hace siglos. Nos parecemos como gotas de agua. Compartimos idioma, forma de divertirnos y alimentarnos, una religión mayoritaria y una memoria e historia comunes. Estamos más mezclados que los ingredientes de un gin-tonic bien revuelto. Esa es la verdad.

Pero hay personas que por un extraño complejo de superioridad no lo ven así. Piensan que uno de Lérida o de Irún es un ser superior a uno de Murcia o de Lugo, por lo que no pueden continuar juntos. Han llegado a la altiva conclusión de que Cataluña y el País Vasco constituyen una suerte de pueblos elegidos, maltratados en España (cuando lo cierto es que se han beneficiado de una discriminación secular a su favor, que continúa hoy con las prebendas y dinerales que se le regalan a Cataluña en detrimento de otras regiones y con la bicoca del cupo vasco).

De ese nacionalismo exaltado forma parte una señora que se llama Míriam Nogueras, de 42 años, madre de dos hijos y representante en el Congreso por el partido del prófugo Puigdemont. En su comparecencia de este martes en una sala del Parlamento, sede de la soberanía nacional, Nogueras apartó la bandera española que tenía a su lado y se quedó solo con la europea. Cuando un periodista le preguntó por qué lo había hecho, su respuesta fue que la bandera española «estaba muy cerca». A la cuestión de por qué no alejó también la enseña europea, colocada a idéntica distancia, respondió que «esta queda muy chula y además me representa».

Su argumento pone sobre el tapete una de las muchas incongruencias de los separatistas catalanes y vascos: proclaman sentirse muy europeos, pero se declaran incapaces de vivir un minuto más con los que tienen al lado, sus vecinos de siempre. Míriam, supuesta empresaria textil que no logró acabar un posgrado en márketing digital, de melena larga y lacia, labios carnosos en perpetua sonrisa postiza y estética influencer, lleva siete años viviendo encantada de la nómina que le apoquinamos los españoles en el Congreso. Esa contradicción no le impide calificar a España de «estercolero putrefacto», o sacar su jerga racista a pasear para tachar a sus compatriotas españoles de «corruptos, analfabetos y fascistas».

Míriam es uno de esos diputados separatistas que para ocupar su escaño en Madrid acató la Constitución interponiendo la coletilla por «imperativo legal». Pero lo cierto es que acató el orden constitucional. ¿Puede entonces permitirse despreciar públicamente la bandera de España en sede parlamentaria? Es inaceptable, no ocurriría en ningún otro país europeo que no sea esta degradada España.

Pero en realidad no quería hablar de la tal Míriam, personaje muy menor, cuya activa bobería entra dentro de lo previsto militando donde milita. Me parece mucho más grave el estruendoso silencio del PSOE, siempre presto a vilipendiar a «la derecha y ultraderecha», ante al desprecio a la bandera española en el Parlamento por parte de los separatistas. Los socialistas Maritxell y De Celis, presidenta y vicepresidente de la Cámara, han llegado a retirar la palabra a un diputada de Vox que llamó a Bildu lo que es: «Filoetarra». También se han rasgado las vestiduras espantados cuando otra diputada señaló una verdad obvia: Irene Montero debe su promoción política a su romance con Iglesias Turrión, que le entregó digitalmente todos sus cargos. Sin embargo, no les merece mayor comentario que una energúmena ofenda a todos los españoles haciendo ascos cutres a la bandera.

El PSOE debería ser congruente, convocar una solemne rueda de prensa en Ferraz y anunciar que renuncia a la palabra «Español» que todavía luce en su nombre. PSAVT sería un nombre mucho más adecuado (Partido Sanchista Agenda Veinte Treinta). Qué bonito.