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Cosas que pasanAlfonso Ussía

Gansa

El que firma, como español, no tiene la obligación de tolerar que se rían de Mi Bandera, que es la Bandera de millones de españoles que le pagamos a la gansa por odiarnos, tanto a nosotros como a nuestros símbolos sagrados

La cigüeña crotora, el pato parpea y el ganso graznea. Hay muchas especies de gansos, pero las más comunes y las primeras que anidan en mi ornitológica memoria –y de todos conocidas, por otra parte– son el ganso del Orinoco (Neochen jubata), el ganso del Nilo (Alopochen aegyptiaca), el gansito africano (Nettapus Auritus) el gansito australiano (Nettapus pulchellus) el ganso o ánsar careto (Anser Albifrons), el ganso o ánsar común ( Anser Anser) y el ganso catalán ( Nettapus puigdemontis noguerensis). Este último ganso tiene una característica especial. Es catalán pero se alimenta en Madrid. Y el ganso, gansa en este caso, más popular de esta especie tan interesante e interesada, de plumaje oscuro, cresta amarillenta y pico, que abierto para graznar muestra considerables encías, vuela todas las semanas a Madrid para no hacer nada y cobrar más de 8.000 euros cada treinta días, más dietas de viaje y transporte gratuito, amén de tableta, de ordenador y móvil a costa de los demás. Muy característica actitud de esta especie de ganso que habita normalmente en el nordeste de España, aunque de cuando en cuando levanta el vuelo para llegar hasta el zoo de Waterloo, donde se exhibe el ejemplar macho más famoso de la especie, no se sabe bien por qué motivo.

Nuestra gansa, porque pertenece a todos los españoles que, al fin y al cabo, somos los que la mantenemos, lleva tres años y medio sin dar un palo al agua y cobrando de España. Es curioso que habiendo nacido en España, siendo libre en España, y perteneciendo a una institución que representa a todos los españoles, sienta un odio insuperable hacia España, que no hace otra cosa que soportarla y recompensar su odio con un sueldo que para sí quisieran los españoles que involuntaria, pero obligadamente, le garantizamos un alto nivel de vida. Se trata, como poco, de una gansa desleal y desagradecida.

Cuando se aproxima una cita electoral, la gansa vuela a Madrid con más frecuencia, y convoca ruedas de prensa para graznar a sabiendas de la plena libertad de expresión y graznido que le garantiza la Constitución. El lugar elegido, un gran salón que se utiliza para comparecer ante los corresponsales parlamentarios de los medios de comunicación, lo presiden dos banderas. La de España y la de Europa. La de España es la que nos reúne a todos los españoles, sin excepción, y la de Europa, la que nos recuerda que también somos ciudadanos europeos gracias a nuestra condición de españoles. La gansa ingrata, con anterioridad a sus graznidos, retiró y desplazó la Bandera –mayúscula, sí– de España, porque, según ella, no sólo no se siente representada por ella, sino que, además, le molesta. Y mantuvo en su sitio a la bandera de Europa, «porque ésta sí me representa». Le representa gracias a su condición de española, porque es ciudadana europea gracias a su ciudadanía del Reino de España. En caso contrario, la gansa se tendría que conformar con graznar ante una grímpola estrellada con aspecto cubano sobre triángulo azul y la Señera del Reino de Aragón que, según Echenique, no es una bandera histórica. Quizá ignora la gansa, que para dotar a los buques de la Armada, Carlos III de España se inspiró en la Señera de Aragón para escoger los colores de la Bandera de la Real Armada, hasta que fue instituida y proclamada como Bandera de España y de todos los españoles de ambos hemisferios, provincias catalanas incluidas en los dos hemisferios terrestres. Porque esos gansos del separatismo y el independentismo catalán, además de ignorantes y bastante tontos, se creen con el derecho de insultar, vejar, humillar, desplazar y reírse de la Bandera que ha cubierto los cuerpos de centenares de miles de españoles caídos por defenderla, y la que ondea en los sentimientos de casi todos los españoles, exceptuando los suyos, los del otro independentismo, y los pocos partidarios de la efímera tricolor republicana.

Y el que firma, como español, no tiene la obligación de tolerar que se rían de Mi Bandera, que es la Bandera de millones de españoles que le pagamos a la gansa por odiarnos, tanto a nosotros como a nuestros símbolos sagrados. Que grazne en su corral.