Fundado en 1910
Vidas ejemplaresLuis Ventoso

Pobre del que venga tras Sánchez

El Gobierno de socialistas y comunistas está dejando un marronazo económico épico, cuya auténtica dimensión se destapará si pierden el poder

España presenta una pirámide demográfica de peli de terror. Segundo país europeo con peor tasa de natalidad (el primero es Italia). Aquí ya solo nacen 7,6 niños por cada mil habitantes, frente a una media europea de 9,3. Nos hemos convertido en un país de viejos, lo que resta empuje y ciega el futuro. Paradójicamente, tan sombrío panorama coincide con 90.000 abortos anuales y un Gobierno empecinado en promocionar esa salvajada como una fiesta de «los derechos».

Un hijo. Acaso dos. La sociedad se vuelve más triste. Han desaparecido aquellas familias grandes en las que nos criamos los del siglo XX, un tropel de hermanos, primos, tíos... «Mi familia y otros animales», tituló irónicamente sus memorias de infancia el naturalista británico Gerald Durrell. Y en efecto, era un poco así, disfrutabas de todo tipo de fauna. Recuerdo a dos primos lejanos que a veces aportaban pintorescas notas de color en mi niñez coruñesa. La lotería neuronal no había resultado demasiado pródiga con ellos. A uno lo llamaban Melke, diminutivo de Melquíades. Gastaba un bigotón que lo hacía clavado al señor Roper, personaje de una telecomedia inglesa que triunfaba entonces. El otro recibía el apodo de Valiente. Era enjuto, de ojos glaucos y comportamiento nervioso. Se había ganado su alias por su osadía temeraria faenando como marinero en el Gran Sol. «Tú eres muy valiente, neniño», le decían con socarronería los tripulantes veteranos, y acabó quedándole el mote.

Valiente y Melke eran dos auténticos entusiastas. La realidad no les suponía impedimento alguno. Valiente sostenía que todo tiene arreglo. Hablando totalmente en serio, contaba que siendo niño, allá en su pueblo de Puerto del Son, le habían cortado el gaznate de lado a lado a una gallina para meterla en la olla, pero se habían equivocado de bicho. «No pasó nada. Le pegamos el cuello con un esparadrapo y enseguida volvió a andar», aseguraba impertérrito. Melke tenía a gala su astucia económica. Contaba con orgullo una gran gestión que había hecho comprándose unos zapatazos: «La de la zapatería me dijo: 'Son 2.000 pesetas'. Le contesté: 'Póngales 3.000 y me los llevo'», y soltaba una risotada con la que celebraba su pillería.

Viendo en acción al Gobierno, a veces me acuerdo de Valiente y Melke. Aunque los desatinos de aquellos parientes tenían un fondo candoroso, mientras que los de esta izquierda vienen impregnados de curare doctrinario. No se ha aplaudido lo suficiente una proeza de Irene Montero de días atrás. La libertadora de violadores anunció enfática su intención de «topar el euríbor». ¡Ole! El euríbor lo fija el Instituto Europeo de Mercados Monetarios promediando los tipos que los bancos de toda la UE se aplican entre ellos. Es decir, Irene tiene tantas posibilidades de toparlo como de anular la Ley de la Gravedad de Newton. Pero esta es la burramia que nos gobierna. Una izquierda que cree que «el dinero público no es de nadie» (la inolvidable Carmen Calvo dixit) y que considera que se puede gastar sin límite ni consecuencias.

Con estos fenómenos al timón (tenemos una ministra de Hacienda que ni siquiera es capaz de hablar articuladamente), se están acumulando datos económicos lúgubres, a los que no se presta la debida atención. España ya es el país de la UE con más quiebras de empresas: 9.606 echaron el cierre en 2022, un 63 % más que el año anterior. El consumo en los supermercados está cayendo y también el precio de las viviendas (excepto en el oasis de Madrid), síntomas inequívocos de achaque económico. La subida de los tipos añade una losa a las familias. La deuda pública se ha disparado en el sanchismo y está en el 113 % del PIB, una burrada. El futuro de las pensiones baila en el alambre, aunque no se reconozca. Solo apoquinar las de este mes ha supuesto un récord de 11.900 millones, con una súbita interanual del 10,8 %. Dada la fúnebre pirámide demográfica, el sistema está llamado a reventar.

Casi siento lástima por quien suceda a Sánchez. Si pierde el poder, le dejará al próximo un marronazo épico, que se convertirá en cósmico en cuanto se destape la olla y se audite la auténtica magnitud del pufo.

El Gobierno socialista corretea como la gallina mágica de mi pariente. Pero ese tipo de prodigios no existen en economía.