Plantes paletos al Rey y mutis de Sánchez
La sensación que queda es que este presidente del Gobierno está más cerca de los autores de los desplantes que del propio jefe del Estado
Nicola Sturgeon, la ministra principal de Escocia que acaba de dimitir, era tan separatista como Aragonés, el presidente catalán. Pero jamás se le habría ocurrido la bobería de desairar a Isabel II, o a su sucesor, Carlos III. El respeto institucional está por encima de los anhelos políticos particulares y Sturgeon lo observaba escrupulosamente, por supuesto.
Sin embargo, esas normas básicas de civilización no rigen con los dirigentes separatistas que han hundido el aprecio por Cataluña, ni tampoco con la alcaldesa populista/populachera de Barcelona.
Como cada año, el Rey ha acudido al salón del móvil de Barcelona en muestra de respaldo a la mayor feria tecnológica que se celebra en España. Aragonés y Colau se lo han agradecido con su ya habitual desplante, negándose a figurar en la comitiva que dio la bienvenida al jefe del Estado en la cena del domingo y en la inauguración del lunes. Además de borde y paleto, el gesto resulta bastante tontolaba, toda vez que a continuación sí estuvieron con Felipe VI en el interior del recinto. El argumento que esgrimen para boicotear al jefe de Estado es que no les gustó su discurso de 2017, que resultó crucial para que PP y PSOE dejasen de sestear e hiciesen frente a un golpe en marcha para proclamar la República catalana (lo que de hecho llegó a ocurrir).
Durante el desplante de este lunes, el Rey tenía a su lado al presidente del Gobierno. No escucharán una declaración de Sánchez, o de su partido –o de la sucursal catalana de su partido, el nacionalista PSC–, condenando el comportamiento del presidente catalán y de la alcaldesa franquiciada de Podemos. Ese silencio delata una lacerante realidad: en la práctica, el eventual presidente de España está más cerca de los separatistas antiespañoles de ERC y de los populistas de la órbita de Podemos que del jefe del Estado. Sánchez ha aceptado que su única opción para seguir pernoctando en la Moncloa es encamarse con Junqueras, Otegui y las friki-comunistas de Podemos y obra en consecuencia.
Según nuestra arquitectura constitucional, un presidente autonómico es el «representante ordinario» del Estado en su territorio y es «nombrado por el Rey» tras ser elegido por la «Asamblea Regional». Por eso el continuo desprecio institucional hacia Felipe VI por parte de un mandatario regional no es una anécdota. Y por eso debería ser desautorizado con severidad por el presidente del Gobierno, quien en lugar de poner a raya a los separatistas se dedica a cargar contra los molinos de viento de «la derecha y la ultraderecha», la banca, las eléctricas y los grandes empresarios «del puro».
Sánchez va de estupendo por Europa adelante presentándose como paladín de la democracia. Pero aquí, en casa, es incapaz de velar por las más elementales reglas de comportamiento que la hacen posible.