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Perro come perroAntonio R. Naranjo

Ensanchar la democracia

Yolanda Díaz se pega la vida padre de viajes transoceánicos para promocionarse como muleta de Sánchez y lo mejor es cómo lo justifica

Yolanda Díaz lleva meses enfrascada en eso que, con infinita cursilería y un cinismo atroz, ha llamado «proceso de escucha», un término repetido por sus corifeos hasta la saciedad, como si fuera un hallazgo pionero digno de figurar junto a Platón o San Agustín en la antología del pensamiento filosófico y político.

En realidad es el eufemismo que utiliza para lanzar, si Sánchez da permiso, una plataforma podemita con un nombre alternativo, previa ejecución sumarísima del partido que la aupó desde la nada hasta la vicepresidencia y desde el fracaso electoral en su Galicia natal a la supuesta irrupción como izquierda moderna para ejercer de báculo del sanchismo.

Hasta los más furibundos detractores de Podemos, entre los cuales figura servidor como presidente de honor, repudiarán un poco el ejercicio de deslealtad y traición que supone aceptar el trono para luego, desde él, ejecutar a cada cortesano que te aupó a tan triste corona: nada sorprendente entre comunistas, caracterizados por la solvencia con el piolet, pero algo indecoroso en cualquiera que disponga de un mínimo código ético donde la amistad, el agradecimiento y los escrúpulos dibujen líneas rojas aquí pisoteadas por la Fashionaria en cuestión.

Al espectáculo que Díaz está dando para deshojar la margarita populista y presentar en sociedad el nuevo collar para el mismo perro ideológico de siempre, el de las confluencias, las mareas, los círculos y las comunas; se le añade ahora el espurio uso de recursos públicos para promocionarse a ella misma y a lo que quiere lanzar si Sánchez, hay que insistir, da el visto bueno a la operación de salvamento de la fórmula Frankenstein, la única que le permite soñar con la ahora mismo imposible reelección.

Porque Díaz, proletaria de boquilla y siempre con esfuerzo y dinero ajenos, lleva meses paseándose con el Falcon para hacerse un álbum de fotos chic, sin ningún beneficio para España, que paga la cuenta de su gira.

Allá donde había otro populista pedante o rotundo, nuestra Yoli se ha marchado a crearse un perfil internacional y colocarse en una estantería en la que nadie sensato querría estar pero que, milagrosamente, tiene su público: la de los López Obrador, Cristina Fernández de Kirchner, Lula da Silva o Pepe Mujica, entre otras glorias caracterizadas por empobrecer a sus pueblos y degradar a voces las libertades.

Lo curioso del asunto es la explicación que, como siempre a regañadientes, el equipo de Díaz ha tenido que darle a El Debate para tratar de justificar el despilfarro de dinero público en una gira promocional de una nueva formación política. Según ellos, Yolanda Díaz «ensancha la democracia».

A los políticos, entre otros controles relativos a su patrimonio o renta que se aplican desde que toman posesión, habría que pesarlos también en una báscula, con un baremo que fijara de antemano el importe a devolver si, terminado su periplo, el pesaje recoge un excesivo engordamiento.

Porque no sabemos si Díaz «ensancha la democracia» cuando se va por la patilla a América, a México, a Uruguay, a Argentina o a Brasil en Nochevieja. Pero sí podemos tener claro que les ensanchan la barriga, las caderas, el trasero y la cuenta corriente. Y ya que a nosotros nos sale siempre a pagar, que al menos a ellos les toque devolver la ganancia espuria de tanto polizón con tarjeta de embarque en business class, con espacio para el culo y la cara dura.