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HorizonteRamón Pérez-Maura

La confesión de Tito Berni

Lo que sí me parece relevante es que el diputado socialista al que sus compañeros intentan quitarse de encima y decir que nunca fueron próximos a él no se atreva a decir algo tan sencillo como «soy inocente»

Uno de los ejercicios más difíciles en el periodismo es encontrar un equilibrio entre difundir informaciones que por ser exclusivas sea un éxito publicar y al mismo tiempo compaginar esas informaciones con la verdad. Incluso sólo con la verosimilitud. Después de días diciendo en todos los medios que Juan Bernardo Fuentes Curbelo, «Tito Berni» estaba desaparecido, El Debate lo encontró ayer por el sencillo procedimiento de acudir a su casa y entrevistarlo.

Ubicar a Tito Berni era en teoría un éxito en sí mismo. Y hacerle la primera entrevista, aún más. Cabría la posibilidad de preguntarse, desde el punto de vista de la ética periodística, si se debe reproducir todo lo que dice el entrevistado cuando se tienen dudas sobre sus palabras. Y en la entrevista que le hizo Alejandro Entrambasaguas para El Debate, Tito Berni dejó más de una declaración sorprendente. Fue al célebre prostíbulo «Sombras», al que hasta en los grandes medios nacionales le han hecho reportajes definiéndolo como «palacete secreto del sexo más exclusivo en el centro de Madrid». Ese titular es de junio de 2015. Pero en la entrevista de ayer en El Debate Tito Berni excusa su presencia en el Sombras aduciendo no saber dónde estaba. Evidentemente no era igual de espabilado para todo.

Y cuando aparece en otra foto abrazado a dos mujeres que no tienen pinta de ser señoras de vida recogida, afirma que son amigas del mediador Navarro Tacoronte que es el único responsable de que él tuviera tratos con empresarios y estos pasaran noches tan entretenidas. Lo que no se entiende muy bien es por qué si fueron intachables en el fondo y en la forma las cenas pulcrísimas como la de 15 diputados socialistas en Ramsés, junto a la Puerta de Alcalá, si los diputados se fueron a casa dentro del horario establecido por la reclusión –ilegal– a la que nos tenía sometidos el Gobierno, por qué no es posible saber los nombres de esos probos representantes de la soberanía nacional que no estaban haciendo nada malo. Si como dice Tito Berni en otro momento de la entrevista él está acostumbrado a que cada uno pague lo suyo cuando sale con sus amigos «como se hace en Madrid» –él y yo debemos vivir en dos Madrid distintos– no veo tampoco cuál es el problema para dar los nombres de esos diputados. Queda claro que cada uno se debió pagar su cuenta en Ramsés. Quizá en época de pandemia y reclusión hicieran descuentos a los buenos clientes.

La frase que mejor define el momento que vive Tito Berni es aquella en la que dice que «no hay prueba real que me impute». Yo no sé si la hay o no. Lo que sí me parece relevante es que el diputado socialista al que sus compañeros intentan quitarse de encima y decir que nunca fueron próximos a él no se atreva a decir algo tan sencillo como «soy inocente». «No hay prueba real que me impute» es otra cosa. Y la presencia del adjetivo «real» en esa afirmación que hace las veces de circunloquio creo que es muy reveladora. El espectáculo no ha hecho más que empezar.