Una semana en villa Sánchez
Si necesitas más tiempo para matizar el BOE que para repartirte las sillas, queda demostrado que llegaste al Gobierno para servirte y no para servir
En este país tuyo y mío, una semana se puede hacer eterna. Mientras no se imponga la doctrina Errejón, según la cual los jueves deberíamos irnos todos a casa, en solo cinco días podemos acumular escándalos que harían sonrojar a un busto de bronce. El lunes el número de beneficiados por el ‘solo sí es sí’ ascendía a 646 agresores y pederastas. El martes la inflación subyacente subía al 7,7 % y Ferrovial abandonaba España por discrepancias fiscales con el Gobierno. El miércoles reventaron muchas de las costuras del caso Mediador y ayer el CGPJ actualizaba la cifra de revisiones de condena por el ‘solo sí es sí’ a 721. Estamos a viernes y es mucho más probable que Blanca Suárez me traiga la cena a que algún ministro levante la mano diciendo «Oiga usted, la culpa es mía».
Los hechos son tozudos: después de las elecciones PSOE y Podemos tardaron 36 horas en repartirse los ministerios pero llevan 36 días negociando no sabemos qué antes de corregir el ‘solo sí es sí’. Conviene poner las cosas en sus justos términos: si necesitas más tiempo para matizar el BOE que para repartirte las sillas queda probado que llegaste al Gobierno para servirte y no para servir.
Decía Ramón y Cajal que «lo peor no es cometer un error, sino tratar de justificarlo en vez de aprovecharlo como aviso providencial de nuestra ligereza o ignorancia». Por eso urge no ya un cambio de Gobierno, que también, sino un cambio en la manera de hacer las cosas. Hacienda presume de una recaudación récord vía impuestos mientras la deuda pública sigue sin nadie que la contenga. Es indefendible. Por poner un ejemplo doméstico –y comprensible incluso para los ministros que piden a Ferrovial que devuelva «las ayudas públicas»– vivimos como esos futbolistas jóvenes que, de pronto, ven sus cuentas llenas y a las tres semanas han estrellado un Mercedes contra la mediana y le deben dinero hasta al quiosquero.
A la vista del fracaso incontrovertible de la socialdemocracia, que no garantiza mejores hospitales ni la permanencia en las cárceles de los agresores sexuales, ¿por qué no probar otro modelo? ¿Y si, una vez demostrado que el apretón fiscal no reduce la deuda ni retiene empresas, hacemos justo lo contrario? Aunque sea por probar, sin convencimiento o como experimento, solo por no persistir en el error que decía Ramón y Cajal. Esa será la prueba del 9 para quien venga a suceder a Pedro Sánchez. Si no es capaz de revertir esta manera de llevar la cosa pública, cundirá la sensación de que «todos son iguales». Y pocas cosas más nocivas para una democracia que el desencanto, que es la charca de la que bebe el populismo.