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Perro come perroAntonio R. Naranjo

Antipatriotas

Sánchez es más cruel con Ferrovial, Mercadona o Inditex que con Tito Berni, ETA o los violadores

Pedro Sánchez ha sido más duro con Rafael del Pino que con Tito Berni, como Irene Montero es más dura con los jueces que con los violadores o el PSOE con Feijóo que con Otegi.

De todas las cosas que el Gobierno podía haber escogido para intentar convencer a Ferrovial de que no tocara nada, o para criticarla si su decisión era irreversible, ha elegido la peor: llamarla antipatriota, que ya de entrada humaniza a un ente cargándole de atributos homínidos, en la misma línea de la ley animalista, que convierte a los gatitos callejeros en personajes de Disney mientras transforma al feto en un detrito inanimado.

De la corporación podía haberse dicho, por ejemplo, que si hay al menos otras 34 grandes multinacionales que no necesitan trasladar su residencia fiscal a los Países Bajos para operar en el mundo, quizá tampoco era tan urgente la mudanza.

O podía haber replicado, con el espíritu deportivo que distingue a un buen Gobierno de una banda de trinitarios, que cambiaría lo que fuera de la legislación para permitirle cotizar en tres o cinco bolsas a la vez, incluida la de Nueva York, y para que nadie fuera fiscalmente más atractiva que España.

Cuando alguien quiere marcharse, mejoras la oferta y recalcas los intangibles imbatibles que tampoco aquí se esgrimen: Amancio Ortega o Juan Roig deberían ser Príncipe de Asturias de la economía desde hace tiempo, por razones de justicia pero también prácticas. Nadie se va de un país que le quiere si, por una leve ganancia, pierde el reconocimiento público.

Pero Sánchez y su banda, poseída por el virus populista hasta el punto de hacer innecesario a Podemos con este PSOE, han optado por el insulto, la persecución y la mentira, en un aviso mafioso a navegantes que quizá se estén planteando surcar las mismas aguas del éxodo: quedarás marcado, escóndete si paseas por las calles de España, antipatriota.

Constancio Vigil, notable escritor uruguayo especializado en literatura infantil, alertaba sobre un tipo de personaje en el que encaja a la perfección nuestro presidente: el de los patriotas de pega que, en realidad, viven del patriotismo de los demás.

Hay más patria, desde Madrid o desde Amsterdam, en los 1.400 millones de facturación y los 5.000 puestos de trabajo de Ferrovial en España, que no peligran, que en cualquiera de los rimbombantes alegatos del Gobierno sobre cualquier cosa, como evidencia el impagable contraste entre aprobar una ley abolicionista de la prostitución para celebrarlo luego, cinco minutos después, en un prostíbulo con inmigrantes explotadas.

Ser empresario en España es una condena que solo pueden esquivar quienes, por tamaño y recursos, encuentran una vía de escape: el resto ha de vagar eternamente, como el holandés errante, por las brumas y tinieblas de Hacienda, la Seguridad Social, la banca y la Administración Pública en sus tres niveles, a cual más bulímico y menos piadoso.

Pero cualquiera de ellos, desde el humilde taller con dos trabajadores hasta la multinacional más exitosa como Inditex, hacen más patria cada día que la colección de necios y cínicos que pisotean el espacio donde también podrían hacer patria y no la hacen: ahuyentando a los antipatriotas y no convirtiéndoles en sus socios; impidiendo la abolición del español en la escuela pública catalana; ignorando la exigencia de Bildu de soltar a terroristas y la de ERC de indultar a delincuentes; defendiendo la rica historia de España en lugar de suscribiendo su estúpida leyenda negra y anteponiendo la palabra al trabuco y la convivencia a la guerra.

El ataque a Ferrovial es para tapar el bochorno del Tito Berni, aupado a diputado por alinearse con Sánchez en su asalto a la Gestora del PSOE allá por 2016, pero en el viaje deja sembrada una semilla perversa: en España se tienen más miramientos con un diputado putero, un pederasta o un etarra que con un empresario. A esto hemos llegado.