El principio del éxodo
Rafael del Pino es el administrador de los intereses de esos miles de inversores que conforman la mayoría de Ferrovial. Y no es un traidor, ni un egoísta, ni un antiespañol. Es el responsable de los bienes depositados en su confianza
Rafael del Pino Calvo-Sotelo, presidente de Ferrovial, se ha convertido en la diana de los mamarrachos del Gobierno. Trasladará la sede de su poderosa sociedad a los Países Bajos, de soltera Holanda. Antipatriota, no comprometido con España, y demás lindezas le han dicho. La comisaria Calviño ya ha recibido una suerte de mandobles argumentales que han menguado su incomprensible petulancia. Y Sánchez, y la Belarra, y la Chiqui Montero, y la gallega melosa y analfabeta… Un barullo para desviar la atención ciudadana del caso del Tío Berni, las cenas en la pandemia, los puticlús, la droga, y los diputados y senadores socialistas que participaron en aquellas suciedades escandalosas. Exceptuando a la Belarra y a Yolanda Díaz, que no tienen la obligación de saber nada de nada, el resto conoce perfectamente la composición del accionariado de las grandes empresas europeas y americanas. En España, al margen de Inditex y Mercadona, todos sus bancos, grandes constructoras, empresas energéticas y demás monstruos de nuestra economía, pertenecen en su mayoría a los fondos de inversión. Rafael del Pino, hijo del fundador y presidente de Ferrovial, es tenedor de un importante paquete de acciones de Ferrovial, pero insignificante ante los fondos de inversión, auténticos propietarios de la empresa. Como el Banco de Santander. Ana Botín es la presidente, pero si los representantes de los fondos de inversión americanos lo estimaran conveniente, su presidencia, como la de Rafael del Pino, o la de Florentino Pérez, o la de Carlos Torres en el BBVA, durarían menos que una publicación pornográfica en las puertas de la sede del PSOE. Los dueños de las grandes empresas son los inversores anónimos que invierten su dinero a través de los fondos de inversiones. Y esos fondos de inversiones, como ha escrito Ramón Pérez-Maura, no confían en el Gobierno de España, ni en su deriva socioeconómica, ni en su seriedad, ni en su futuro. La decisión de Rafael del Pino en Ferrovial ha sido consecuencia de la obediencia que debe a la mayoría de sus accionistas. Los fondos de inversión. Y no será el único que adopte esta medida. El cambio de sede de Ferrovial a Holanda marca el principio del éxodo de muchas empresas españolas.
Nos ha escrito Ramón Pérez-Maura de John Bolton, embajador de los Estados Unidos en la ONU, consejero de Seguridad Nacional, y hoy, consejero de uno de los mayores fondos de inversión norteamericanos. Ramón Pérez-Maura entrevistó a Bolton en El Debate en el verano pasado. Y un inversor español le preguntó a Bolton si él no animaría a invertir su dinero en España. Y a la respuesta, Bolton le dio la figura de tres preguntas. ¿Cómo voy a recomendar a nadie que invierta su dinero en el único país de Europa que tiene comunistas en el Gobierno? ¿Cómo voy a animar a nadie que ponga su dinero en un país en el que el Gobierno es sostenido por un partido creado por terroristas que asesinaban hasta hace nada? ¿Cómo voy a sugerir a nadie que ponga su capital en una nación cuyo Gobierno es sostenido por los que quieren romper esa nación?
Claro y transparente como el agua.
Definición de nuestro estado de putrefacción, que hiede y atemoriza.
Buena aportación de un gran personaje, Ramón. Te copio, porque en esas tres preguntas de tu invitado John Bolton, está la respuesta de los que no saben preguntarse y menos aún, responderse.
Rafael del Pino es el administrador de los intereses de esos miles de inversores que conforman la mayoría de Ferrovial. Y no es un traidor, ni un egoísta, ni un antiespañol. Es el responsable de los bienes depositados en su confianza.
Primer paso del éxodo. La gentuza que nos gobierna ha perdido toda su credibilidad. Y el dinero sí es egoísta y apátrida. John Bolton lo ha dejado suficientemente claro.