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El observadorFlorentino Portero

Irán, potencia nuclear

Entramos en una nueva fase en la región y no parece que vayamos en dirección hacia una mayor estabilidad. Lo único seguro es que lo que allí ocurra tendrá efectos sobre el entero tablero internacional

En estos últimos años las noticias que nos llegaban desde Irán hacían referencia a las tensiones entre una sociedad moderna y educada y una dictadura clerical y fundamentalista, anclada en una visión reaccionaria de la relación entre el islam y el resto del mundo. Tan seguros están sus dirigentes de no contar con el apoyo de su propia sociedad que han desarrollado un extraordinario aparato de seguridad y defensa paralelo al del propio estado. Sólo la fuerza y el desprecio a la dignidad individual les permite seguir gobernando una de las naciones más ricas en recursos humanos y en patrimonio artístico y cultural.

Recientemente la Agencia Internacional para la Energía Atómica nos ha devuelto a la realidad. El régimen de los ayatolás no es sólo una dictadura reaccionaria e islamista, es también, o está a punto de ser, una potencia nuclear. Su capacidad para enriquecer uranio superó ya el 80 por ciento y avanza con decisión hacia el 90 por ciento. Si tenemos en cuenta que su programa de misiles lleva décadas desarrollándose, que cuentan con modelos bien diseñados y que en estas fechas portavoces norteamericanos han reconocido su preocupación por que acaben vendiendo algunos centenares a Rusia, cabe suponer que no tendrán gran dificultad en encajar una cabeza nuclear en algunos de ellos. Ese hecho cambiaría el equilibrio diplomático y de seguridad de Oriente Medio, con significativas derivadas en otras regiones del planeta.

La Administración Obama logró congelar durante algún tiempo el programa. Pero aquel acuerdo se limitaba a sólo eso, congelar durante un tiempo determinados procesos. Además, no incluía nada relativo a los programas de misiles. Era impensable que el Capitolio levantara el régimen de sanciones a cambio de tan poco, por lo que el acuerdo se limitó a una posición oficial mientras Obama siguiera en la Casa Blanca. Con la llegada de Trump se abandonó la idea de llegar a un entendimiento desde la perspectiva de control de armamentos para pasar a una estrategia de contención. Sin duda uno de los legados más importantes de esa Administración fueron los Acuerdos Abraham, por los que algunas potencias de referencia del Mundo Árabe, con Arabia Saudí por detrás pero sin firmar, reconocían a Israel a cambio de un entendimiento en materia de seguridad. La potencia nuclear israelí, con el siempre ambiguo respaldo de Estados Unidos, actuaría de muro de contención del expansionismo característico del régimen de los ayatolás. Israel pasaba de ser el enemigo de la causa árabe a su garante, frente a la amenaza iraní. Los efectos de este nuevo entendimiento están siendo relevantes, tanto para los abandonados palestinos –que cosechan el fruto de años de división, corrupción y terrorismo– como para el Magreb, tras la firma de Marruecos y el reconocimiento por parte de Estados Unidos de la soberanía de este país sobre el Sáhara Occidental. Un gesto que complica las ya de por sí difíciles relaciones de Rabat con Argel.

Para Irán la capacidad nuclear supone, sobre todo, disponer de un escudo que les permita actuar en otros estados sin riesgo de ser atacados en el propio. Irak o Libia fueron invadidos porque no pudieron o quisieron desarrollarla. Los ayatolás buscan garantías de seguridad contra la amenaza interior, los iraníes de a pie, y contra las amenazas exteriores. Durante años los sucesivos dirigentes norteamericanos repetían que Estados Unidos haría lo que fuera necesario para evitar que Irán llegara a dotarse de este armamento. Es evidente que no han hecho nada, que una vez más su diplomacia ha pecado de retórica e incoherencia. Ahora se trata de saber qué van a hacer sus vecinos, los signatarios o simpatizantes de los Acuerdos Abraham.

¿Actuará Israel antes de que sea demasiado tarde para destruir o frenar el programa nuclear iraní? En caso de querer ¿tiene los medios necesarios, teniendo en cuenta las medidas de seguridad adoptadas para proteger las instalaciones? Tanto Arabia Saudí como los Emiratos Árabes Unidos han marcado importantes distancias respecto de su antiguo protector, los Estados Unidos. Ni en política energética ni en lo relativo a la guerra de Ucrania siguen las peticiones de Washington. Más aún, su acercamiento a China y su disposición a mercar en yuanes son toda una toma de posición, coherente con la de otras potencias del Índico, dirigida a buscar un equilibrio en su relación con las grandes potencias. ¿Se dotarán los saudíes de capacidades nucleares? ¿Será Pakistán quien se las proporcione?

Entramos en una nueva fase en la región y no parece que vayamos en dirección hacia una mayor estabilidad. Lo único seguro es que lo que allí ocurra tendrá efectos sobre el entero tablero internacional, dada la presencia de China, Rusia, India y Estados Unidos en aquellas tierras.