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HorizonteRamón Pérez-Maura

Diálogo de feministas desorientadas

«Con la cantidad de trabajo que les hemos dado a las putas en la trama de los ERE –con dinero público– y en lo del Tito Berni, lo menos que podían hacer es demostrar un poco de gratitud y manifestarse con nosotras»

Hace años que no se ven. Quedaron ayer en Madrid antes de las manifestaciones de la tarde. Marta tiene 62 años, es enfermera, vive en Córdoba y ha tomado el AVE para venir a la manifestación convocada por el Movimiento Feminista de Madrid. Suele aprovechar el 8-M todos los años para ver a amigas y manifestarse con ellas. Su sobrina Pepa, de 33 años, es hija de su hermana, fallecida hace 15 años. Pepa estudió periodismo en la Complutense y nunca ha tenido un trabajo muy estable. Pepa opta por la manifestación convocada por la Comisión 8M. Desde el 15-M en la Puerta del Sol se incorporó al entorno podemita y para vivir depende de lo que le da lo que rodea a esa organización política.

Se citaron en una tasca junto al Reina Sofía, cerca de donde iban a partir sus manifestaciones –distintas– con media hora de diferencia. Pepa, con una rebeldía todavía encendida, reivindica la conquista de considerar a un transexual como una mujer. Su tía, que ha dedicado toda su vida, desde la muerte de Franco, a reivindicar los derechos de la mujer, no puede entender qué se ha inculcado a esta nueva generación.

–¿Cómo vamos a defender nuestros derechos si un hombre puede decir que es mujer? –Cuestiona Marta

–No tenemos derecho a negar a nadie que sea lo que quiera ser. Si yo me siento un hombre tú no me puedes negar mi derecho a serlo –responde Pepa.

–Yo no te niego nada. Te lo niega tu condición. Tú has nacido mujer y por más que te empeñes en ser hombre no lo serás nunca. Por más que te operaras. Ahora que tanto el PSOE como el PP se empeñan en legislar sobre la representación paritaria en las instituciones políticas y las grandes empresas, su iniciativa será un fracaso total: en cuanto le digan a un hombre que tiene que ceder el puesto a una mujer porque hay que reforzar la cuota femenina en un consejo de administración, bastará con que ese hombre se declare mujer para que sea imposible despedirlo –explica Marta.

–¡Pero si él se siente mujer, tiene derecho a declararse mujer! –replica Pepa.

–No has entendido nada. Claro que no se siente mujer. Pero siente que no quiere perder su sueldo y legalmente se le da la oportunidad de emplear una herramienta que impide despedirlo. ¿Por qué no la va a emplear? Yo creo que desde el PSOE nos hemos equivocado apoyando esta iniciativa de Podemos y ahora tiene mala marcha atrás, como la de la ley del 'sólo sí es sí'.

–Pues yo creo que nosotras vamos a tener esta tarde mucho más apoyo que vosotras. Hasta una parte de las prostitutas se han sumado a nuestra manifestación, aunque parece que va a haber otra, minoritaria, de prostitutas que no quieren ir ni con vosotras ni con nosotras.

–Pues eso sí que me parece el colmo. Con la cantidad de trabajo que les hemos dado a las putas en la trama de los ERE –con dinero público– y en lo del Tito Berni, lo menos que podían hacer es demostrar un poco de gratitud y manifestarse con nosotras. Así, el feminismo no llegará a ninguna parte –concluye Marta

Tía y sobrina se abrazan y despiden y salen raudas hacia sus respectivas manifestaciones. Marta se pregunta cómo ha llegado el feminismo a este punto. Qué ha pasado en los últimos cinco años para que se quiebre de esta forma. Pero eso no preocupa nada a Pepa. Ella se va pensando que lo va a pasar chupi guay en la manifa.

Aunque parezca mala literatura esto es real como la vida misma.