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Cosas que pasanAlfonso Ussía

Los españoles olvidados

Los heteros no tenemos nada que hacer. Y somos, todavía, muchos millones de españoles, románticos, amorosos y sólo pendientes de nuestras familias y la normalidad de sus miembros

Además de todos nuestros compatriotas, muertos en la soledad del confinamiento, alejados de sus familias y protegidos por la eficaz labor de olvido de quien se autodesignó responsable máximo de las residencias de ancianos, el camarada Iglesias Turrión, sobrevive en España un numeroso grupo de personas, formado por mujeres y hombres, que no merecemos la atención de nuestras autoridades. Los heterosexuales, es decir, los más aproximados a la normalidad. No existimos.

No obstante, hay que reconocer el celo de las responsables del Ministerio de Igualdad, que han enviado a la Policía Nacional y a la Guardia Civil, así como a los cuerpos del orden autonómicos, la relación de los 37 géneros sexuales y 10 orientaciones específicas para que sean tratados correctamente y protegidas sus derivaciones por las Fuerzas del Orden Público. El documento oficial lo firman en el ángulo inferior izquierdo el Gobierno de España, el Ministerio del Interior y la Dirección General de la Policía, lo que da a entender que se trata de una relación oficial de la máxima importancia.

Y ahí se reúnen casi todos los españoles exceptuando al grupo más numeroso. Lesbianas, gays, transexuales, bisexuales, polisexuales, pansexuales, omnisexuales, scoliosexuales, demisexuales, grisexuales, asexuales, poliamorosos, intersexuales, agéneros, géneros fluidos, bigéneros, trigéneros, pangéneros, andróginos, intergéneros, de sexo no ajustado o «non conforming», homorrománticos, birrománticos, panrománticos, arrománticos, antrosexuales y queers. Sólo –con acento– faltan en la amplia relación las mujeres y hombres heterosexuales, es decir, los normales de toda la vida, los más abundantes, los que al nacer, si lo hacían con un pitilín, los médicos informaban a los padres que habían tenido un niño, y si nacían con huchita, que habían tenido una niña. Somos los heterosexuales, los de siempre, los varones que amamos a las mujeres y las mujeres que aman a los hombres, los españoles olvidados por el cariño del Gobierno. Claro, que si los heteros deseamos ser protegidos como componentes de uno de los grupos anteriormente relacionados, yo optaría por pertenecer a los homorrománticos, y como segunda opción a los poliamorosos, que, dentro de lo que cabe, se me antojan los más cercanos a la vieja normalidad, aunque estén inmersos en la lista de la degeneración.

Me intriga el apartado de los hombres y mujeres de sexo no ajustado o non conforming. Esa disconformidad con el sexo propio tiene que resultar asaz dolorosa. Despertar cada mañana, acudir a la ducha y apercibirse de no estar conforming con su sexo, no puede considerarse placentero . De ahí que precise de una protección especial por parte de las autoridades, protección a la que yo no tengo derecho por sentirme plenamente conforming con mi heterosexualidad. Y creo que también han sido olvidados, como se autodefinía Luis Escobar, «los maricas de toda la vida», los mariking conforming, es decir, aquellos que sólo manifestaban su homosexualidad en privado, porque interpretarlo en público se consideraba una vulgaridad. Y no se han acordado de los maning caiding, aquellos que perseveraban en parecer heterosexuales pero eran delatados por la inconsistencia de sus muñecas, originando una caída de manos altamente sospechosa.

Los heteros no tenemos nada que hacer. Y somos, todavía, muchos millones de españoles, románticos, amorosos y sólo pendientes de nuestras familias y la normalidad de sus miembros, en todos los sentidos.

Lo malo es que ser normal con la naturaleza es, para las autoridades actuales, como pedir peras al olmo, que según Tono, no se pueden pedir peras al olmo por estar terminantemente prohibido.