Fortes y Silvia Intxaurrondo en la BBC
Una televisión pública de mínima calidad deontológica los relevaría al minuto por forofos desatados del PSOE
Gary Lineker, hijo de un verdulero de Leicester, es conocido en España, pues en los ochenta prestó sus buenos servicios como ariete pillín del Barcelona. Pero Lineker, que hoy peina 62 abriles, ha tenido una segunda vida en su país como presentador de televisión. Desde los años noventa es la figura de los programas de fútbol de la BBC, la televisión pública. En el Reino Unido goza de inmensa popularidad.
Lineker gasta simpatías políticas zurdas, que a lo largo de los años ha exhibido en numerosos comentarios. En la campaña del Brexit apoyó la permanencia en la UE. El pasado martes subió unos tuits en los que comparaba la nueva política del Gobierno tory contra la inmigración irregular, que consiste en devolver a todo balsero que llegue, con las de los nazis en los años treinta. Se armó un revuelo y al final la BBC lo ha apartado temporalmente de su programa, Match of the day, hasta que aclare su relación con las redes sociales.
Nótese que Lineker ni siquiera hizo su comentario en pantalla. Pero aun así, la BBC cree que ha incumplido las normas editoriales de neutralidad política de sus profesionales y lo ha metido en la nevera (a pesar de las quejas airadas de la izquierda y de que algunos de sus compañeros han boicoteado el programa en señal de solidaridad).
La BBC dista de ser perfecta, como toda obra humana. De hecho, los conservadores británicos la detestan, porque la consideran escorada hacia el inefable «progresismo» y demasiado piji-londinense y metropolitana. ¿Qué dirían entonces esos tories si tuviesen que soportar algo como RTVE? A su lado, la BBC supone un sublime ejemplo de pluralismo, rigor y moderación. Además, aunque ofrece algunos programas de puro entrenamiento, cumple con lo que cabe esperar de una televisión pública: defiende la cultura, identidad e idioma de su país, produce documentales y series de alta calidad y mantiene unos buenos informativos. Con su labor contribuye al poder blando británico, porque proyecta en todo el planeta una imagen positiva del país.
Actualmente, TVE abre sus jornadas con una hooligan del Gobierno, Silvia Intxaurrondo, la Pasionaria de Baracaldo, fogueada en la Ser, y cierra el día con otro entusiasta del régimen sanchista, Xabier Fortes, el Largo Caballero de Pontevedra. Ambos practican un sectarismo desaforado, introduciendo incluso cuñas con sus opiniones subjetivas. Cuando entrevistan a un miembro del Gobierno, alfombra roja y guante blanco. Si el invitado es de la oposición, tercer grado, máxima inquina. Curiosamente, en una televisión que se apellida Española también se dedican a masajear a los políticos separatistas antiespañoles.
Todo el mundo tiene derecho a tener su ideología, faltaría más. Pero si trabajas en una televisión pública, que por definición debe atender a españoles de todas las sensibilidades, no puedes convertirte en un militante de un partido. Intxaurrondo y Fortes dan el cante de tal manera que en la BBC los echarían nada más llegar por la mañana a la máquina de café.
Resulta notable que durante la etapa de Rajoy, el tal Fortes se hacía cruces clamando en entrevistas y comunicados por «una televisión pública plural, independiente y honesta». Exactamente lo contrario de lo que él practica. Hoy en TVE se manipula como nunca, pero han desaparecido aquellos «viernes negros» de protesta de cuando gobernaba la derecha. Si el sesgo tendencioso barre a favor de la izquierda, bien está.
Todo esto no es anecdótico, como tampoco el asalto al CIS. Sostenemos esos organismos. Pagamos con nuestros impuestos esas encuestas e informativos, por eso supone una burla que TVE y el CIS se hayan convertido en oficinas de Ferraz y de blanqueo del separatismo. Y no es mucho mejor tampoco el panorama de las televisiones autonómicas, botafumeiros de los gobiernos regionales.
¿Para qué sirve una televisión pública española si en su emisión para Cataluña habla en catalán y es filonacionalista? ¿Para qué sirve TVE si no tiene vocación alguna de ensalzar la lengua y cultura española? En efecto: para engordar el déficit público.
¿Lineker? Casi un gigante de la deontología periodística comparado con los que soportamos aquí.