Ayuso y el huevo de Colón
Preguntada a bocajarro, dijo lo obvio sobre lo que es el aborto. Y por supuesto no le va a costar ni un voto en las elecciones de mayo
Todos conocemos la anécdota, tal vez apócrifa, del huevo de Colón. El navegante se encuentra a la mesa con unos nobles españoles, que le vienen a decir que el descubrimiento de América fue pura chiripa, que si no hubiese sido él habría sido otro. Colón pide entonces un huevo y los reta a sostenerlo de pie sobre su extremo más estrecho. Imposible. Hasta que el marino golpea la cáscara, rompiéndola un poquito, y logra así colocarlo sobre su base.
En la vida hay muchas situaciones de huevo de Colón, en las que se resuelven de modo sencillo asuntos que parecían muy complejos. Me he acordado de ello con la respuesta de Isabel Ayuso cuando la semana pasada le preguntaron a bocajarro: «¿Cree usted que el aborto es un asesinato?». Con tranquilidad y concisión, respondió: «Sí que lo creo, claro, es acabar con una vida». Y así es. Así de sencillo. Se pueden presentar todo tipo de pretextos. Se pueden invocar presuntos «derechos» (que no son tales). Pero al final un aborto es lo que es: se elimina al nasciturus, una vida humana, de manera intencionada (y por desgracia, si somos francos, casi siempre por un móvil de comodidad: no tomarse el enorme trabajo y dedicación que supone criar a un hijo, cuando ninguno de nosotros existiríamos si nuestros padres hubiesen tenido semejante mentalidad).
El debate se ha simplificado con las modernas ecografías y vídeos de absoluta precisión, que muestran a la criatura con un detalle que no deja dudas sobre la salvajada que supone matarla. Es un asunto de tal claridad que incluso desborda lo religioso y lo político, pues se trata de una evidencia que cualquiera que tenga la conciencia en su sitio verá y aceptará.
El huevo de Colón de Ayuso («sí, creo que el aborto es un asesinato») contrasta estruendosamente con la línea contorsionista que ha adoptado Génova ante la causa de la defensa de la vida; tanto en su inicio, con la amenaza del aborto, como en su final, con la sombra de la eutanasia. Ayuso no va a perder un solo voto en mayo por decir lo que ha dicho. Es más, tal vez sume unos cuantos de personas que agradecerán su declaración en favor de una causa justa. Se ha equivocado la jerarquía del PP al anteponer una supuesta calculadora electoral a los principios (si es que la defensa del humanismo cristiano sigue siendo uno de ellos, tal y como todavía consta en los estatutos del partido). Hacer el avestruz en el tema del aborto y la eutanasia equivale a un complejo de inferioridad ante la izquierda. Supone aceptar que en la práctica solo existe una moral posible, la mal llamada «progresista» (aunque en este caso sea más una amoralidad que una moral).
Los principios no son mercancía electoral. Es posible ganar bien unas elecciones en España defendiendo la honorable causa de la vida.
Una lástima no ver este domingo a un solo dirigente de relieve del PP sumándose a la marcha provida que discurrió con éxito por el centro de Madrid. Y esto aplica tanto para Génova como para Ayuso y Almeida, que aunque flaquean menos en este debate también soslayaron la cita.
«¡No tengáis miedo!», demandó con energía Juan Pablo II a los católicos del mundo el 22 de octubre de 1978, en el comienzo mismo de su papado. Cuarenta y cuatro años después, las palabras del héroe y santo polaco resuenan muy vigentes. ¿Por qué arrugarse cuando se está defendiendo lo bueno? ¿O es que acaso tenemos que aceptar que el código moral adecuado es el que quieren imponernos Peter, Pam y Yoli?