Fundado en 1910
Al bate y sin guanteZoé Valdés

Escombros, producto nacional cubano

El socialcomunismo cubano sería de risa si no hubiera provocado tantas desgracias, crímenes y sufrimiento

Cuba le acaba de vender piedras a México, lo que significa también que México se las ha comprado. Es la cosa más loufoque, o sea, más absurda, del país que hizo del absurdo criminal una forma de sobrevivencia, inclusive persistente, a costa de la imbecilidad de los demás, del CAME en la época, y de los que vinieron detrás del derrumbamiento del Muro de Berlín, Hugo Chávez y compañía.

Pues nada, llegó el barco Melody a México desde Cuba repleto de mil toneladas de piedras, o sea, de escombros, que, a día de hoy, es el producto nacional bruto de Cubita la bella, la Isla del Quebranto o del Espanto (Puerto Rico es denominada la isla del Encanto) mayor valorado por México.

Hay quienes en el país azteca de América del Norte todavía se lo toman medio en broma –también porque no queda de otra– y lo cuentan no sin ocurrencia aunque amargada ironía, tal vez porque todavía resulta demasiado temprano para alcanzar sin enojo el cinismo, todo a su tiempo.

Lo cierto es que visto lo visto, Cuba lo único que tiene que ofrecer al mundo, en primera instancia de rango económico, es la «escombrera» nacional, y no venden la podredumbre, porque ésta forma parte del patrimonio inmaterial del socialismo tropical que les endilgó la Maraca Antillana, Fidel Castro, o sea, más o menos una forma de espiritismo leninista.

Al parecer no es la primera vez que Cuba vende piedras, a juzgar por el éxito del suceso, porque de lo contrario, un presidente tan prudente y sobrio (en ambos sentidos) como AMLO (Andrés Manuel López Obrador) no habría comprado de ninguna manera piedras cubanas para colocar a los costados de los raíles del tren Maya, teniendo para colmo a Sonora que abarca mesurablemente más que Cuba, al menos en extensión pedregosa.

Pero, seguramente AMLO querría ayudar a su amigo, el tirano Raúl Castro, así como al recién condecorado con la distinción más importante de México, la orden Mexicana del Águila Azteca, me refiero al títere Miguel Díaz-Canel Bermúdez, frente al mal llamado embargo norteamericano, inexistente, por demás.

Embargo que, como podrán suponer, cinco congresistas norteamericanos, demócratas y republicanos, desean eliminar, porque según ellos no ha sido eficaz. Y, bueno, híjole, el embargo no ha funcionado, porque precisamente no han impuesto lo necesario: un férreo bloqueo a esa tiranía; por el contrario, han jugado a untarle a la llaga paletadas de mantequilla y miel mediante un boicot comercial que ni siquiera llega a embargo.

A mí lo de vender piedras no me asombra. Recuerden que no sé qué ministro o funcionario viajó a Italia en los años setenta a comprar aquellas máquinas de limpieza de calles para usarlas en La Habana, con lo que según contaban salvaron a aquella industria italiana de la ruina; y como al funcionario castrista le sobró un dinerito, vamos, lo que los cubanos llamamos vulgarmente «estillita», pues de paso también echó mano de unas bonitas y elegantes máquinas de barrer nieve, que no sólo estaban a buen precio, sino que en su mente febril de avisado negociante comunista, se le ocurrió la idea de que para algo servirían en la isla; tal vez para moler caña, digamos, porque como todos saben, en Cuba sólo nevó accidentalmente una vez, en el siglo XIX, durante menos de una hora.

En una segunda ocasión, otro funcionario decidió adquirir unas máquinas concreteras para mezclar cemento, cuyo vendedor le había contado, con ánimo de venderlas, faltaría más, que podían doblarse con gran facilidad por cualquiera.

El resultado fue que, todavía en el interior de un cine, terminado a la mitad también por allá por los ochenta –se comenta que en Pinar del Río–, una hermosa y flamante concretera espera por el milagro de que algún fornido obrero consiga plegarla para poder extraerla del sitio sin tener que romper las paredes, y así poder estrenar alguna película en la ya mohosa y olvidada sala cinematográfica.

El socialcomunismo cubano sería de risa si no hubiera provocado tantas desgracias, crímenes y sufrimiento. Sin embargo, todavía tenemos a un grupito que, sin conocer de la misa la mitad, anhelan un neosocialcomunismo para Cagonia, digo, Cuba. ¡No manches, güey!