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Perro come perroAntonio R. Naranjo

Yoli Díaz, el escarabajo

La Fashionaria tiene algo que contarnos: al parecer ha terminado ya el «proceso de escucha» y todo vuelve a ser cuqui

Yolanda Díaz es Pablo Iglesias sin dar voces, como Pablo Iglesias querría ser Hugo Chávez sin acento y con chepa, y solo ese matiz menor le dio una fama inmerecida: había hecho tanto el hoy autor de podcast por estropear la convivencia que la habilidad de la Fashionaria para defender con menos gritos las mismas barbaridades supuso, al parecer, un soplo de aire fresco.

Ahora al fin va a desvelar su candidatura a la Presidencia del Gobierno por algo que, bajo el nombre «Sumar», viene a dividir más a la izquierda, a restarle más opciones y a eliminar a Podemos, tres objetivos involuntarios que no conviene distraer.

Nunca hay que molestar al adversario cuando se equivoca y representa, por enésima vez, la célebre escena de La vida de Brian que caricaturiza los enfrentamientos hilarantes entre las distintas facciones del Frente Nacional de Judea: son todos iguales, pero solo puede quedar uno.

Salvo ese servicio de Penélope Glamour a la necesaria causa de un cambio de Gobierno que ya es a vida o muerte, por la dimensión casi irreparable de todos los desperfectos perpetrados por el sanchismo en tiempo récord, nada más bueno puede decirse de una vicepresidenta engorilada que hace y dice las peores tropelías aunque las envuelva en perfume retórico.

Nadie ha conspirado tanto contra las empresas, visualizadas en su ideario estalinista como una herramienta de tortura a una clase trabajadora a la que aspira a confinar en planes quinquenales en koljoses.

Nadie ha hecho de la legislación laboral un calvario peor para los aspirantes a un puesto de trabajo, seducidos por un canto de sirena que, lejos de llevarles a Ítaca, les encarcela junto al Polifemo de la miseria, el paro, los contratos por horas y los sueldos miserables.

Y nadie ha hecho más por perpetuar a la colección de populistas que, con distinto acento según parloteen en Madrid, Valencia o Cataluña, llevan lustros desvencijando sus ciudades y autonomías y ahora podrán cambiar de collar para seguir ejerciendo como el mismo perro de siempre.

Díaz fue un invento de Iglesias para tratar de mandar en la sombra, tras renunciar a la primera fila por razones tácticas y no poder imponer a Irene Montero, que se ha convertido con el tiempo, junto a Ione Belarra, en las hermanas Izquierdo de Puerto Hurraco: solas, mal encaradas y esperando que alguien les haga el trabajo sucio de disparar a los adversarios.

Pero el perfeccionamiento del producto es cosa de Pedro Sánchez, la zarpa que mece la cuna del populismo y busca engañar a la izquierda que no le traga con un nuevo invento con menos olor a fosa séptica que Podemos.

Poco se puede esperar de quien traiciona a sus promotores y se echa en brazos de su presunto rival, pero si en algo ha destacado Yolanda Díaz en su vida en esa capacidad mutante, que no cambia de prestaciones pero sí de color: ella se cree un camaleón, mientras borra sus vídeos de apoyo a la URSS o a Venezuela, pero es un escarabajo tortuga.

Un bicho de apariencia dorada que, cuando se estresa, se viste de un llamativo color rojo, pero nunca sale del estiércol.