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Vidas ejemplaresLuis Ventoso

¿'Scream 2'? Agárrense a sus asientos

Si empieza otra crisis financiera nos pillará con el mejor equipo: el Gobierno de progreso de Pedro Sánchez y sus muy cualificadas ministras económicas

En los dos años previos a 2007 parecía que todo iba viento en popa. Estados Unidos había arribado a la era de «La Gran Estabilidad». Alan Greenspan, el sesudo y esquinado presidente de la Reserva Federal, alias «El Maestro», ejercía de sumo sacerdote y prometía crecimiento perpetuo y baja inflación. La tierra prometida. Imperaba un optimismo contagioso. Los grandes empresarios y financieros repetían un latiguillo resultón: «Ahora mismo, lo que sobra en el mundo es liquidez». La regulación era laxa hasta lindar con lo temerario.

Una vez más, el cántaro de la lechera se rompió súbitamente. Fue por dos motivos: una alquimia financiera de ficción y la descompensación entre la deuda de Occidente y los excedentes asiáticos. Los bancos estadounidenses se habían lanzado a conceder hipotecas a familias que simplemente no podían pagarlas. Pero no pasaba nada, porque esos créditos basura se envolvían en el papel de regalo de los derivados y se revendían. Jóvenes magos de las matemáticas habían inventado productos financieros tan complejos que no los entendían ni las entidades que los vendían. La bola se iba engrosando en una huida hacia adelante amparada por la desidia de las autoridades reguladoras. Lo financiero había cobrado una vida propia al margen de la realidad.

Hasta que una mañana cascaron dos grandes hipotecarias estadounidenses, Freddie Mac y Fannie Mae, que fueron rescatadas. El siguiente pinchazo fue a lo grande: Lehman Brothers, ilustre y enorme banco fundado en 1850, que a priori merecía la etiqueta de «demasiado grande para caer». Pero cayó. Y esta vez no hubo rescate. Ya se encargaría el mercado de solventarlo… Comenzó así un efecto dominó que se convirtió en una crisis global. El eco de la deflagración «subprime» alcanzó hasta a los monjes ortodoxos del remoto e inaccesible Monte Athos griego, como cuenta Michael Lewis en su libro Boomerang, magistral relato tragicómico del crack de 2007-2008 que recomiendo.

Aquella crisis de deuda se parcheó… ¡contrayendo todavía más deuda! Los bancos centrales abrieron la manguera como nunca antes. Hoy el mundo está mucho más endeudado que en los prolegómenos del estallido «supbrime». La deuda del planeta equivale al 350 % del PIB mundial. Un colosal volcán, en apariencia dormido, que puede erupcionar, o no.

Esta semana el mundo vuelve a temblar tras la quiebra del Silicon Valley Bank (SVB), el décimo sexto banco de EE. UU., especializado en trabajar con firmas tecnológicas emergentes. Le siguió el pinchazo el pasado fin de semana del Signature Bank, entidad neoyorquina que coqueteaba con las criptomonedas. Este miércoles, el sarampión saltó ya a Europa, con Credit Suisse pidiendo al banco central helvético que acuda presto a su rescate tras escoñarse un 30 % en bolsa.

Esta vez el detonador ha sido la rápida subida de tipo de los bancos centrales para paliar el brote de inflación tras la guerra de Ucrania (para algunos observadores se ha ido demasiado rápido). ¿Se quedará aquí el susto? ¿Irá a más? Eso nadie lo sabe. Pero los entendidos no parecen muy animados. Larry Fink, jefe de BlackRock, el mayor fondo del mundo, cree que podemos estar ante el inicio de una «crisis financiera a cámara lenta». Recuerda además que históricamente las agresivas subidas de tipos «han conducido siempre a espectaculares descalabros».

Es decir: podemos estar en los prolegómenos de Scream 2, la segunda parte de la película de terror que vivimos con la crisis de 2008 y la miopía culposa de Zapatero. Si la tormenta bancaria va a más, nos pillará de nuevo con el peor equipo posible al timón. Estamos repitiendo punto por punto todos los errores del zapaterismo: un Gobierno negacionista y mentiroso, aferrado a supuestos brotes verdes que no existen; una deuda galopante (sin contar la oculta); unos ministros económicos de poco fuste y un presidente más centrado en la ingeniería social intrusiva que en las cosas de comer.

Dado el problema que viene, las potencias mundiales podrían reaccionar situando a Marisu Montero al frente del Banco Mundial, a la Camarada Nadia en el FMI y a Pasera Díaz en el BCE. Pero me temo que no va ser el caso. Así que si llega la súper galerna nos las vamos a comer con patatas en los próximos meses. Más tarde, ya en 2023, tendremos un nuevo Gobierno de derechas, que tendrá que asumir recortes ingratos y limpiar los sótanos inundados por socialistas y comunistas. Habrá entonces más huelgas que partidos de fútbol. La televisión al rojo vivo volverá a tronar contra el Gobierno. Pepe el de los fulares (UGT) se desperezará del dulce sopor del soborno sanchista. El tertulianismo zurdo se inmolará a lo bonzo en los platós contra «los recortes austericidas del PP». No habrá paz hasta que retorne el Neo Frente Popular. Y vuelta a empezar, en una espiral que si continúa sumirá a España en la argentinización. El peronismo es siempre un gran éxito: acaban de lograr el hito de superar de nuevo el 100 % de inflación. ¿Queremos eso? Algunos parece que sí.

(PD: Notable que justamente después de que China se aproximase a Arabia Saudí amigándola con Irán, los saudíes hayan dejado sin su respiración asistida a un gran banco europeo, el segundo de Suiza, para más señas. Las peligrosas dictaduras contrarias a nuestro modo de vida no dan puntada sin hilo y nosotros, con el fatigado Borrell y Úrsula von der Sánchez…).