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Pecados capitalesMayte Alcaraz

Mónica Pistolitas se dispara en el pie

Curiosas estas feministas que a la mínima se esconden tras las corbatas de sus cónyuges y esgrimen que son señoras de… y por tanto no se enteran de nada

Mónica García logró lo que ella enarbola como una proeza. Mandar al PSOE de Madrid al tercer puesto en la Comunidad. Pero menos gritos, milagritos. Adelantar a los socialistas madrileños, cuando además se presentaba en mayo de 2021 el odiado Iglesias, que hizo votar contra él hasta a los muertos, no fue para tanto. Pedro Sánchez, Ángel Gabilondo y Jorge Javier se lo pusieron en bandeja con la campaña que diseñaron. Por eso uno ha de medir sus fuerzas y no pensar que el respetable es tonto, por muy dispuesto que esté el electorado en Madrid a convertir en reina a Mónica en el país de la ciega izquierda. No dudo que fueran muy meritorios los 619.000 votos que cosechó en las autonómicas, pero la suma de los recibidos por Ayuso y Vox multiplicó por cuatro sus resultados.

No ha tenido una buena semana la delegada madrileña de Errejón, más conocida por su demagogia y sus disparos al aire contra la oposición, además de por disfrutar de una vida a todo trapo, como le recordó ayer Ayuso, que por sus propuestas ciudadanas. Resulta que la comunidad que, según ella, quiere acabar con la sanidad pública, puede llegar a un acuerdo con los médicos para que desconvoquen la huelga en atención primaria (por cierto, paro que tenía menos seguimiento que el programa televisivo de Julia Otero). Ella, que había depositado en sus amigos del sindicato Amyts sus expectativas electorales, puede encontrarse con que las batas blancas no la lleven en volandas a las urnas del 28 de mayo. Hacer algo positivo por los madrileños le daba pereza y había que sacar algún conejo de la chistera y nada mejor que explotar el cobro por parte del vicepresidente de Ayuso, Enrique Ossorio, de una ayuda para pagar la calefacción en base a su condición de padre de familia numerosa. Sin ser ilegal la obtención de ese bono térmico, su percepción por parte de una persona que disfruta de una situación acomodada y además es un alto cargo –lo mismo se le puede aplicar a Alfonso Serrano– no es defendible desde ningún punto de vista, pero tampoco el Watergate de Vallecas, como presumió nuestra arrojada Mónica.

La venganza poética suele esperar a los osados a la vuelta de cualquier esquina de la vida. Recordemos cuando la Mónica que se declaraba médica y madre y defensora de la sanidad pública fue pillada con 13.000 euritos cobrados indebidamente del Parlamento madrileño mientras estaba de baja como anestesista. No aprendió. Y minutos después de que pidiera que Ossorio fuera lanzado a los infiernos de la Puerta del Sol conocimos, gracias a este diario, que ella también se benefició de las ayudas públicas por la misma razón que la mano derecha de Ayuso: tener familia numerosa, en su caso un hijo menos que su particular demonio de Tasmania. Del ridículo de la portavoz madrileña poco hay que explicar: su marido es altísimo cargo de una multinacional de logística que factura millones de euros, por lo que sus emolumentos dejan en mantillas los 104.928 anuales que percibe el vicepresidente regional. Pero lo peor es la primera explicación de esta señora cuando se vio pillada: habrá sido mi marido, que es el que controla la cuenta.

Curiosas estas feministas que a la mínima se esconden tras las corbatas de sus cónyuges y esgrimen que son señoras de… y por tanto no se enteran de nada. Si la Infanta Cristina debía conocer los tejemanejes de Urdangarín, si Ana Mato tenía que saber la procedencia del Jaguar que su esposo aparcaba en el garaje, es lógico pensar que una lideresa tan avispada y sagaz como García estaba al tanto de la transferencia que la Administración General del Estado hizo a su cuenta familiar. Y si no conocía ni la gestión (tuvo que pedir el bono social eléctrico para que le ingresaran sin pedirlo el térmico) ni el asiento bancario, qué sería de nosotros si tuviera que administrar un presupuesto de 25.738 millones como el madrileño. Y sin el marido para echarle la culpa.