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HorizonteRamón Pérez-Maura

La candidatura de Tamames

Están garantizando a Sánchez poder decir por una única vez la verdad: que vuelve a respaldarle sin perder un solo voto la mayoría Frankenstein de la que hablaba Alfredo Pérez Rubalcaba

Me apresuro a aclarar antes de decir nada más que no he cruzado una palabra con Ramón Tamames jamás. Debo ser único, porque no encuentro a nadie estos días que hable sobre Tamames y no diga lo amigo que es o lo bien que lo conoce o la cantidad de veces que han hablado sobre algún asunto. Yo nunca.

Lo que siempre he creído es que lo que más le gusta a Ramón Tamames es Ramón Tamames. Y para eso bastaba con oírle hablar en público. Llegados a este punto, a 48 horas de la moción de censura que está prevista para el martes 21 de marzo, yo digo que, partiendo de que me parece un error celebrar esta moción de censura, creo que no se puede negar a Santiago Abascal que ha podido argumentar su necesidad y la identidad del candidato con cierta coherencia. Las numerosas contradicciones entre las ideas de Tamames y las de Vox se resuelven con el argumento de Abascal: «Para presentar a alguien con el programa de Vox me presentaría yo». Y es verdad que el grado de deterioro de la democracia española es de una intensidad demoledora, lo que podría justificar la moción de censura.

Pero la gran cuestión es si con esta iniciativa se consigue debilitar al Gobierno o no. Porque dudo que ni el propio Tamames piense que tiene la más remota posibilidad de triunfar. No estamos en los días previos a un partido de fútbol Real Madrid-Alcoyano en el que los alicantinos pueden decir –con razón– que nadie sabe cuál será el resultado final. Y eso es cierto porque la duda está en cuántos goles le meterán al Alcoyano. Nada más. En esta moción de censura ya se ha dicho por adelantado qué va a votar cada partido. Es decir, sabemos exactamente cuántos síes, cuántos noes y cuántas abstenciones cosechará la candidatura de Tamames. Y en eso también ha jugado un papel relevante el entorno del candidato –o él mismo– al hacer público un borrador de su discurso.

La moción de censura debe ser un último recurso, ante una circunstancia de cierta gravedad. Y debe contar con un número relevante de respaldos que al menos muestren alguna pérdida de apoyos en la mayoría que llevara al poder al presidente que se censura. Y vemos que en las cuatro últimas mociones de censura no se han cumplido todos los requisitos aquí enunciados. En la de Pablo Iglesias contra Mariano Rajoy no se cumplía ninguno. En la de Pedro Sánchez contra Rajoy –la única que ha triunfado bajo nuestra Constitución de 1978– tampoco se cumplía la circunstancia de «cierta gravedad» a la que me refiero. Entre otras cosas porque la frase de la condena por corrupción en una sentencia y que se esgrimió contra Rajoy, fue después suprimida por el Tribunal Supremo. Y en esta moción de censura, aunque la situación es de una gravedad incuestionable, por unas razones u otras Vox y su dirección habrían hecho bien en tener presente que a tan corta distancia de las elecciones municipales y autonómicas y a menos de nueve meses –como máximo– de las elecciones generales están garantizando a Sánchez poder decir por una única vez la verdad: que vuelve a respaldarle sin perder un solo voto la mayoría Frankenstein de la que hablaba Alfredo Pérez Rubalcaba. Le están regalando a Sánchez una victoria relevante.