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Vidas ejemplaresLuis Ventoso

Cuando Solbes nos llevó al huerto

En aquellos días del zapaterismo se sembró el desbarre que ha debilitado la nación, las instituciones, la moral y la democracia española

Probablemente se trata del debate electoral más célebre de nuestra democracia, y dejó tres lecciones: 1.- Por desgracia, las noticias realistas no venden en España cuando son malas. 2.- El tono sosegado seduce al público más que el nervioso y/o irritado. 3.- Es posible ganar unas elecciones engañando el respetable con desparpajo.

Corre el 21 de febrero de 2008. Faltan solo 16 días para las elecciones generales. Gran contienda de los cerebros contables de PSOE y PP. A un lado del ring televisivo, el ministro de Economía, Pedro Solbes, de 65 años, licenciado en Políticas, Económicas y Derecho, economista del Estado por oposición. Un apparatchik con larga experiencia en la Administración, titular de Economía en los últimos tres años del felipismo (19 % de paro y 3,8 % de inflación), más tarde comisario europeo y ahora recuperado por ZP como vicepresidente. Al otro lado del ring, Manuel Pizarro, de 55 años, elocuente abogado del Estado con notable trayectoria en la empresa, primero como presidente de Ibercaja y luego de Endesa, donde libró una briosa batalla fallida cuando Zapatero regaló estúpidamente la compañía española a los italianos. En 2008, Pizarro se ha enrolado en el PP de Rajoy y es el número dos por Madrid.

Cuando se celebra el debate ya se han producido las primeras turbulencias subprime en Estados Unidos e impera en todo el planeta la preocupación por la economía. Pizarro retrata ante los telespectadores las graves debilidades españolas y dibuja con acierto el riesgo que se nos viene encima. «España no va bien», insiste, y alerta de la alta deuda y la insufrible tasa de paro. Solbes, doctoral y muy pausado, con un ojo cerrado por una inflamación, explica imperturbable, casi desganado, que todo va muy bien, que acaso haya, como mucho, una mínima desaceleración. En un momento dado, incluso tacha a su adversario de demagogo y catastrofista. «En el PP hablan de crisis, incluso de recesión. Nada más alejado de la realidad», serena al público el vicepresidente.

¿Quién ganó? Según las encuestas de entonces se impuso de calle Solbes, por diez puntos de ventaja. Dos semanas después, Zapatero se llevaba también las generales de 2008, con 169 diputados. Lo siguiente ya lo sabemos: España empezará enseguida a hacer agua mientras un atolondrado presidente seguirá hablando de «brotes verdes».

Se ha muerto a los 80 años Pedro Solbes, que en paz descanse, un alicantino con cartel de gran técnico, que sirvió como ministro de Economía para dos presidentes socialistas. Solbes cometió además un segundo error en el Gobierno: vender en la primavera de 2007 por «no ser rentables» el 32 % de las reservas de oro españolas. Hoy valdrían casi 8.000 millones de euros. Ciertamente no tuvo mucho ojo.

A pesar de esos gambazos, Solbes supone otro nivel comparado con lo que hoy tenemos, un equipazo económico compuesto por la Camarada Nadia, Marisu Yo-No-He-Dicho-Eso-Chiqui y Pasarela Díaz. Pasado el tiempo, Solbes reconoció que Pizarro tenía razón. También tuvo la honradez de asumir que fue demasiado alegre con el endeudamiento: «Hubiera sido preferible una política fiscal más restrictiva. Debí ser más valiente en no fomentar el déficit presupuestario». Pero Solbes prefirió no perder su puesto en la nave de los locos antes que decirle la verdad al público español. En noviembre de 2008, nueve meses después de su debate con Pizarro, ya advirtió a Zapatero en privado que las cosas iban muy mal. Y aún así, en enero de 2009 seguía alardeando en los medios de que se iniciaba un gran año para la economía.

La inesperada muerte de Pedro Solbes devuelve a nuestra memoria aquellos días del zapaterismo, que son para España la respuesta a la célebre pregunta que se hacía el protagonista de la novela Conversación en la catedral de Vargas Llosa: «¿Cuándo se jodió el Perú?». El Perú no lo sabemos, pero lo que tenemos claro es que los males que han minado la unidad nacional, nuestras instituciones, la democracia española y el consenso moral de raíz cristiana se sembraron todos en la etapa de Zapatero.

Sánchez y su coalición antiespañola no representan más que la degradación última del revanchismo guerracivilista, la reapertura de la caja de Pandora territorial y la ingeniería social que trajo Zapatero. Probablemente Solbes, que a su modo y con sus errores trabajó por España, se ha ido sabiéndolo y lamentándolo.