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Pecados capitalesMayte Alcaraz

Alaska y Mario, cancelados

Pues ya está: todos cancelados. En breve, también Tamames, aunque invoque a Antonio Machado, otro al que habrían cancelado si viviera

España no es país para fachas. Es país para progres y nacionalistas. Fuera de ese perímetro, todo el que alza su voz, por muy tibia que sea, contra la superioridad moral de la izquierda y su sectarismo enfermizo, es mandado al fuego purificador. Los últimos son dos fascistas como Alaska y Mario Vaquerizo que, como todo el mundo sabe, responden a la estética y al comportamiento que habían decretado los sumos sacerdotes para un ciudadano de derechas. Hasta ahora, nos habían dibujado puerilmente a un hombre con pulserita de la bandera de España, pelo engominado, fachaleco y aperitivo el domingo. Y cuando ya estábamos acostumbrados a este brochazo infantil, vienen los progres, nos cambian las reglas e incluyen a dos transgresores de medias de rejilla, maquillaje posmoderno y sexo indiferente. Aclárense, por favor.

Pues resulta que a Alaska y a su marido ya les han grabado la letra escarlata porque ella ha osado ser tertuliana de Federico Jiménez Losantos y no darle un zapatillazo cada vez que se mete con Jorge Javier, y él es un peligroso derechista ya que saluda educadamente a Isabel Díaz Ayuso y a Alberto Núñez-Feijóo y se ha atrevido a participar en una campaña para promocionar la Comunidad de Madrid –no a su Gobierno–, esa zona cero del nazismo, donde viven y votan al PP y a Vox millones de proletarios de mono y madrugón, a los que les repugnan estos progres de mariscadas y jamón del bueno. Pues, hala, ellos también a arder en el altar del progresismo.

Las viejas folclóricas metían en la nevera las fotos de sus rivales en los escenarios para anularlas profesionalmente, hoy te hace un blog Jorge Javier, te lapidan los ejércitos de fijos discontinuos de las redes y zas, ya estás cancelado, una suerte de vudú sanchista. A veces no hace falta declarar que se vota al PP o a Vox, simplemente con no ser lo suficientemente contundente contra Ayuso o Abascal tu vida civil ha terminado. Ya no digo nada si osas criticar, aunque sea con la boca pequeña, a la coalición gobernante del PSOE y Podemos, entonces tu tiempo en el paraíso, ese en el que es mayoral la izquierda, tiene los minutos contados.

No deja de ser curioso que quienes expiden los carnés de pureza sean pijo-progres que viven en urbanizaciones de lujo y ganan dinero a espuertas denigrando en los platós a todo el que se mueve, pero España es así. No pasa una semana sin que, a falta de centros de reeducación comunista, la izquierda destierre a un ciudadano independiente que va de su corazón a sus asuntos sin pasar por la caja pública. Ahí tenemos a Antonio Banderas, cuya autonomía para decir lo que le da la gana y defender a su país le tiene excluido de los favores de la secta, de la que disfrutan Almodóvar, Bardem y los subvencionados del cine. Ni falta que le hace, a juzgar por su brillantísima carrera y su presente emprendedor en Málaga. Lo mismo ocurre a decenas de periodistas a los que el Gobierno y sus socios –con Pablo Iglesias a la cabeza– lapidan en las redes sociales por no participar del pensamiento único del progresismo, ecologismo y feminismo.

Otro cancelado ha sido Serrat, a quien el régimen pronacionalista que alimenta Pedro Sánchez lo excomulgó porque osó criticar a la izquierda populista que se vende por un puñado de votos a aquellos que creen que su RH es mejor que el de mi primo de Ceuta, mi cuñado de Toledo o mi amiga de Ibiza. El día en que alguien sentado en un despacho expulsó la canción Mediterráneo del imaginario emocional de los catalanes y lo mandó al lado oscuro donde habitan todos los que no son como ellos, ese día Serrat se hizo un poquito más grande, y hasta le perdonamos que sobreactuara contra Franco dejándonos en manos de Massiel.

El facha de Serrat se ha retirado. Pronto lo hará otro peligroso fascista, Joaquín Sabina, que tampoco se reconoce en esta izquierda. Por no hablar de Miguel Bosé, con algún cable cruzado ajeno a la política, que también abjura de los que le convirtieron en santo y seña de sus siglas. Sé que más de uno estará pensando que en el pecado llevan la penitencia, que entregaron su arte y nombre a cambio de favores políticos y sonrisas del poder cuando España era una fiesta, para que la izquierda repartiera subvenciones entre titiriteros y cantantes de la zeja. Es verdad.

Pero ahora, como en la canción de Serrat, vamos bajando la cuesta, que arriba en mi calle, en la de usted, se acabó la fiesta. Y el socialismo ya no favorece a los que menos tienen sino a los burgueses forrados del paseo de Gracia o a los nacionalistas vascos, que ponen una vela a dios en la misa del domingo y otra al diablo el resto de la semana. Y no sobran los que alzan la voz contra esta aberración.

Pues ya está: todos cancelados. En breve, también Tamames, aunque invoque a Antonio Machado, otro al que habrían cancelado si viviera.