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Post-itJorge Sanz Casillas

¿Sirvió de algo la moción de censura?

Para entender lo vivido en el Congreso, quizá convenga diferenciar entre lo valioso y lo útil

Aunque no existe un consenso universal en torno a ello, los psicólogos calculan que el enamoramiento de una persona puede durar entre seis meses y tres años, momento en que el encanto decae. En periodismo, sin embargo, el recuerdo y el interés de una noticia aguanta lo que tarda en llegar el escándalo siguiente, cosa que con la generación que nos gobierna suele ser bastante poco.

Desde el martes hasta hoy hemos visto a escépticos de la moción de censura convertirse en apóstoles de Tamames, e incluso reconocer la necesidad de ir al Congreso a confrontar con Sánchez aun sabiendo que la votación está perdida. Pero la pregunta sigue orbitando: ¿Sirvió de algo la moción de censura? ¿Nos acordaremos de ella cuando volvamos de Semana Santa? Más allá de los cálculos de cronistas atiborrados de Borgen y House of cards –quién gana o quién pierde votos después de esto–, para entender la moción de censura quizá sea necesario distinguir entre lo valioso y lo útil, de la misma forma que en las escuelas de negocios se enseña a diferenciar entre valor y precio nada más entrar por la puerta.

¿Fue útil la moción de censura de Vox? En su sentido práctico no, pues no reemplazó al Gobierno vigente porque no concitó ni un 16 % de los votos favorables. Además, los análisis finales se centraron en cómo va el relevo en la izquierda radical y en cómo se van a repartir la herencia de Podemos Yolanda Díaz y Pedro Sánchez. La desgracia de tener un presidente incapaz de contestar las líneas maestras de un discurso que llevaba en prensa prácticamente una semana pasó de puntillas. Sánchez se reveló capaz de suspender un examen con apuntes, pero solo se acordarán de ello quienes ya lo tenían calado.

¿Fue valiosa entonces? Pues probablemente sí. Por un momento se cambió el argumentario del asalto y la cal viva por Raymond Carr o Antonio Machado. Salimos ganando en eso, e incluso pudimos ver a un hombre que sí vivió la posguerra y la dictadura llevar a la escuela a todos aquellos beligerantes antifranquistas que nacieron en un país plenamente democrático y con pagas extraordinarias.

Solamente por eso valió la pena, más allá de la profunda anomalía que supone acumular cuatro mociones de censura en seis años. Pero también es anómalo que un parlamento –al que se le presupone una formación superior a la media– apruebe una ley que beneficia a violadores y pederastas, y aquí estamos. Nos ha tocado vivir una época en la que, entre una moción abocada al fracaso y un pleno que apruebe cualquier barbaridad, conviene elegir lo primero.