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Cosas que pasanAlfonso Ussía

Camorritos

Ella sabe que disfruta del frío azul del Guadarrama, desde la lujosa reunión de chalés construidos en tierra de todos, de manera irregular

Mónica García no ha cometido ninguna irregularidad. Se ha limitado a heredar. Sucede que el bien heredado sí está excesivamente compuesto de irregularidades. Lo ha destapado El Debate, por medio de su redactor Alejandro Entrambasaguas. Una nimiedad. El chalé está ubicado en plena sierra del Guadarrama. La sierra azul velazqueña. Cuando Foxá, herido de muerte, llegó a Madrid procedente de Manila para experimentar su melancolía del desaparecer, fue llevado desde el aeropuerto de Barajas a un hospital para esperar la inmediata visita del sueño eterno. Frío de cuchillo en aquel día invernal de Madrid. La ambulancia llevaba el corpachón de un escritor extraordinario, único y diferente. El conductor conectó la calefacción, y el agonizante le rogó lo contrario. –Por favor, quite la calefacción y abra su ventanilla. Quiero disfrutar por última vez del frío azul del Guadarrama–. Foxá volvía a la muerte pocos meses más tarde de su marcha a la embajada de España en Manila. – Agustín, ya sabes. Los diplomáticos somos como los misioneros. Tenemos que ir allá donde nos mandan–, le dijo el ministro. Foxá tenía de tanto fumar los pulmones horadados y de tanto beber, una cirrosis hepática. Rumbo al hospital, sintiendo por última vez su añorado frío azul del Guadarrama recordó sus prodigiosos versos a la melancolía del desaparecer.

Y pensar que, después que yo me muera
Aún surgirán mañanas luminosas
Que, bajo un cielo azul, la primavera
Indiferente a mi mansión postrera
Encarnará en la seda de las rosas.

Y pensar que, desnuda, azul, lasciva,
Sobre mis huesos danzará la vida,
Y que habrá nuevos cielos de escarlata
Bañados por la luz del sol poniente,
Y noches, llenas de esa luz de plata
Que inundaba mi vieja serenata
Cuando aún cantaba Dios bajo mi frente-.

Y pensar que no puedo en mi egoísmo
Llevarme al sol ni al cielo en mi mortaja.
Que he de marchar yo sólo, hacia el abismo,
Y que la luna brillará lo mismo
Y ya no la veré desde mi caja.

También en Cercedilla, no lejos de Camorritos, encontró su paz y su consuelo el poeta granadino Luis Rosales, que se llevó a la tumba la amargura de las últimas horas de vida de Federico García Lorca. Es fascinante la sierra del Guadarrama, y aunque Mónica García ignore quiénes eran Agustín de Foxá y Luis Rosales, comparte con ellos el amor por sus bosques, sus quebradas y sus misterios. Pero lo hace desde su chalé, construido por su familia materna en un enclave destinado –maldita casualidad– a la construcción de un hospital que nunca se culminó. Cuando levantaron en terreno no urbanizable sus antepasados el chalé que hoy Mónica disfruta, Isabel Díaz Ayuso no había nacido, y por ello, no es culpable de la usurpación de ese terreno público por los abuelos de la señora García. Pero me gusta que ame al árbol, al canto del mirlo y a las cumbres. Sus dos pisos de Madrid, son atalayas urbanas que dominan el Parque del Buen retiro, y que sosiegan sus ímpetus a la vuelta del trabajo.

Pero ella sabe que disfruta del frío azul del Guadarrama, desde la lujosa reunión de chalés construidos en tierra de todos, de manera irregular. Porque sus más de 2.200 metros cuadrados de campo, y sus 200 metros de construcción, se hallan en un terreno destinado a un hospital público que no se construyó, pero del que siempre puede ser retomado el proyecto.

Se trata de una historia de poetas, de un triste cuento de fríos azules y paisajes asombrosos. Un Madrid diferente. Más Madrid.