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Perro come perroAntonio R. Naranjo

Gámez

La inmolación de la directora, voluntaria o inducida, tiene más que ver con la imperiosa necesidad de Sánchez de enterrar un bochorno del que solo sabemos la mitad de la mitad

María Gámez ha dimitido como jefa de la Guardia Civil por los problemas de su marido con los ERE: esto es, por algo que no ha hecho ella en un caso que era público y notorio desde una década antes de que Marlaska la pusiera al frente de la Benemérita para pulirse a mandos como Pérez de los Cobos, el único presentable del trío.

Si lo de dimitir por algo ajeno ya resulta increíble, por muy marido que sea el imputado, lo de hacerlo ahora apelando a una trama más antigua que el hilo negro, suena a burda coartada: hace un mes que el Juzgado de Instrucción número 6 de Sevilla emitió dos autos sobre esta pieza separada de la principal que presagiaban, como un trueno lo hace con un rayo, el futuro procesal del esposo de Gámez.

Que no dimitiera entonces ya da un indicio de las verdaderas razones que se intuyen: evitar que el escándalo estallara antes de la moción de censura e intentar desvincularlo del 'Caso Mediador', que es uno y no dos como quieren hacer ver los paladines de señalar a la Guardia Civil para esconder al Tito Berni.

Salvo que se demostrara la culpabilidad de Juan Carlos Martínez, marido y directivo de uno de los célebres chiringuitos creados por el PSOE andaluz para extender su felizmente derrotado régimen clientelar, y además se constatara que su eventual enriquecimiento ilícito benefició a su mujer con la complicidad de ésta; parece evidente que las responsabilidades políticas de Gámez son más evidentes en la derivada en la Benemérita de las andanzas del exdiputado del PSOE que en las supuestas trapacerías de su pareja en la Andalucía de hace una década.

La inmolación de la directora, voluntaria o inducida, tiene más que ver con la imperiosa necesidad de Sánchez de enterrar un bochorno del que solo sabemos la mitad de la mitad, y con ello es suficiente para llevarse las manos a la cabeza y exigirle las explicaciones que, hasta ahora, se ha negado a dar.

¿Qué visitas tuvo y qué negocios hizo Tito Berni utilizando el Congreso como sucursal siciliana de la trama? ¿Cuántos diputados participaron en ello y cuántos, sean los mismos u otros, coronaron los chanchullos con noches de largo satén en bares de lucecitas? ¿Qué relación hay entre los empresarios beneficiarios de las adjudicaciones de obras en cuarteles y el propio Fuentes Curbelo? ¿Qué papel juegan los Fondos Europeos en todo este infumable bochorno? ¿O tal vez la directora está metida en un doblete y la vida le atropella con dos compañeros al volante, uno de vida y otro de partido?

Gámez se ha marchado para intentar mantener la omertá que Patxi López, con su desparpajo habitual, ordenó hace dos semanas con una frase que quizá sea vinculante para sus edecanes en el Congreso, pero no para la ciudadanía, los jueces, los policías, la oposición y el periodismo atrevido: «No hay caso Mediador».

Lo hay, y el error de cálculo del sanchismo, volando la tapa de los sesos a una subordinada de alto rango, es la pista definitiva de ello: Gámez convivió con los ERE durante años, vio cómo se condenaba a Griñán y Chaves por ello, sabía que su marido estaba en el ajo desde el primer momento… y solo se ha marchado cuando la larga sombra del diputero canario se ha cernido sobre Sánchez. Será por algo. En política, como entre el Barça y Negreira, las casualidades no existen.