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HorizonteRamón Pérez-Maura

La cajoneada de Cádiz

Ni que decir tiene que Sánchez no hubiera tenido valor para meterse sin previo aviso entre esa cajoneada popular que no tenía ninguna pinta de ser percutida por niños pijos del barrio de Salamanca de Madrid

Es difícil poder organizar una escena como la que se produjo el martes en la plaza Fragela de Cádiz, frente al Gran Teatro Falla. Las imágenes se han difundido mil veces –como se dice hoy en día se han vuelto virales– y ni los mejores actores de la historia podrían interpretar con tanta convicción una incorporación improvisada a la cajoneada que allí tenía lugar. Los Reyes se bajan de su coche oficial y saludan a las autoridades mientras que una de ellas les señala a los que están tocando los cajones de espalda al Teatro Falla. Ambos Reyes se acercan, con Doña Letizia adelantándose. Es en ese momento cuando el jefe del grupo, el percusionista Guillermo García, El Guille les anuncia: «Tenemos dos cajones libres, Majestades» y se lo repite otras dos veces por si no les ha convencido –lo que nunca hubiera hecho si estaba programada su incorporación a la cajoneada. La Reina se adelanta y avanzando entre todos los que están tocando cajones llega a los dos cajones que están libres junto al escenario y ocupa uno de ellos. El Rey ocupa el otro unos 20 segundos más tarde y se pone a percutir su cajón, algo que la Reina no puede hacer en razón de su falda. El Guille interviene «¡Tenemos al primer Rey cajonero!». Un minuto y doce segundos después de sentarse la Reina, la percusión termina con un espontáneo «¡Viva el Rey!» que en las imágenes no se puede apreciar si provenía del publico que asistía a la cajoneada o de uno de los cajoneros. El Guille añade mientras los Reyes saludan a todos los cajoneros: «¡Cajoneros reales somos!». En apenas tres minutos desde que se bajaron del coche, el acto improvisado había terminado. Ni el más exitoso asesor de imagen hubiera conseguido un pelotazo como éste, que destilaba naturalidad. No había la más mínima impostura.

Quizá el lector se pregunte por qué me parece relevante este acto. Y creo que estará de acuerdo conmigo en que es una de las pocas fotos en mucho tiempo –en realidad no recuerdo ninguna otra, pero mi cerebro no es una caja registradora– en la que los Reyes aparecen en público sin tener a su lado al presidente del Gobierno que siempre chupa cámara en la seguridad de que los aplausos al Rey siguen primando, con mucho, sobre los abucheos al presidente del Gobierno.

Porque ni que decir tiene que Sánchez no hubiera tenido valor para meterse sin previo aviso entre esa cajoneada popular que no tenía ninguna pinta de ser percutida por niños pijos del barrio de Salamanca de Madrid. A la vista de las imágenes no hay duda de quiénes eran los que sonreían a los Reyes y les mostraban su afecto. Como comentaban dos amigos ayer, «Sánchez no se atreve a meterse ahí porque le tiran los cajones» a lo que respondió su interlocutor. «Qué va. ¡Le tirarían de los cojo…!»

Ojalá esta escena improvisada sirva para convencer a quien corresponda que no hay que permitir que la figura del Rey siga secuestrada por el Gobierno. Y uno de los grandes valores del Rey en esta hora es la devoción que siente por él el pueblo español. Que no se distorsione su imagen viéndole siempre al lado de un presidente tan impopular. Y digo al lado, pero tampoco es ya inusual ver a Sánchez en actos oficiales caminando delante del Rey. Y lo que te rondaré, morena (de Cádiz).