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Cosas que pasanAlfonso Ussía

Desobediente

La gran noticia ha sido el retorno a España, después de cuatro años de increíbles sufrimientos físicos y anímicos de la gran dama de la alta burguesía barcelonesa Clara Ponsatí

Me ha emocionado su retorno. Muchas han sido las alegrías que España nos ha proporcionado en los últimos días. Lo de Ana Obregón ha sido impresionante, pero hay sucesos que mejoran su imagen de madre feliz a los 68 años. Menos mal que se ha adelantado a cumplir los 69, cifra que provoca toda suerte de chistecillos soeces. Nada nuevo. También tienen hijos subrogados Miguel Bosé, Javier Cámara, la baronesa Thyssen y Cristiano Ronaldo, pero el impacto social lo ha producido ella. Tan cierto es lo que digo, que en la crónica de sucesos de Antena-3 que presenta todos los días Sandra Golpe, la principal noticia del sumario fue la Ana Obregón y su hijo de Miami, si bien Sandra pronuncia «Mayami», como Chabeli.

La gran noticia ha sido el retorno a España, después de cuatro años de increíbles sufrimientos físicos y anímicos de la gran dama de la alta burguesía barcelonesa Clara Ponsatí. Cuando huyó de España por desobediente, doña Clara Ponsatí-Obiols presentaba un cabello entrecano. Y ha vuelto con su cabellera, libre de rizos, ondas y mechas, completamente blanca, blanca como la clara del huevo, blanca como la paloma de Picasso, blanca como Copito de Nieve, que en paz descanse. Pisó Barcelona, y fue detenida. La malvada Justicia española la detuvo por desobediente, no por golpista, rebelde o sediciosa. Se me antojó tremenda la violencia a la que recurrió el mozo de escuadra que cumplió la orden de detención del Tribunal Supremo. De ahí mi alegría cuando supe que el magistrado don Pablo Llarena, decretó su libertad. Abrazos, aplausos y desmedida alegría. La ilustre dama barcelonesa es el símbolo femenino de la resistencia catalanista, junto a Marta Rovira y Anna Gabriel. Pero ella es más que las otras. Marta Rovira y Anna Gabriel eligieron para su fugado exilio la hospitalidad de Suiza, una nación garantista. Doña Clara Ponsatí-Obiols se escondió en Escocia, una tierra prodigiosa en los veranos, pero más triste que un pinar cuando anochece durante sus largos inviernos. Renunció a permanecer en Waterloo porque Puigdemont, seamos claros, le produce un inmenso tedio. Una dama de alto copete barcelonesa recela siempre de la charlita de un gerundense de medio pelo. El separatismo catalán también es selectivo y exclusivo. Y doña Clara Ponsatí-Obiols forma parte de una familia muy distinguida, si bien, no excesivamente bella y juncal como su árbol genealógico le exige. Claro, que el conde de Godó tampoco puede tirar cohetes.

Me emocionó su soltura y dominio del catalán. Habla muy bien el catalán, a pesar de lo muchísimo que persiguió Franco a los catalanohablantes. Quizá, de aquellos tiempos, le hayan sobrevenido en la cabeza las canas del sufrimiento. Quizá por ello se convirtió en una chica desobediente. Pero la desobediencia y el sentido del humor no están en riña. Y quienes la conocen aseguran que es una mujer tan aguda como graciosa. Hasta Javier Trías se lo pasa bomba con ella, y eso que don Javier no es precisamente la alegría de la huerta.

Me emocionó que coincidiera por casualidad tanta gente para recibirla, como para acompañarla, e igualmente, para despedirla. Porque se ha vuelto a ir. Un fugaz rayo de luz y donaire sobrevoló Barcelona mientras estuvo ella. Los más optimistas aseguran que volverá cuando finalicen las obras de la Sagrada Familia de Gaudí, aquel arquitecto amparado por los Güell. Se cuenta que Alfonso XIII, en los días previos a una de sus muchas visitas a la Ciudad Condal, recibió a don Eduardo Dato, presidente del Consejo de Ministros. «Señor, Vuestra Majestad tiene que anular su visita a Barcelona. Hay claros indicios de que pueda sufrir un atentado anarquista»; «Señor presidente, si he acordado acudir a Barcelona, iré a Barcelona. Por otra parte, le tengo mucho más miedo a Gaudí que a los anarquistas». Fuese y no hubo nada.

Últimamente me voy en exceso por los cerros de Úbeda. Mi propósito no era otro que reconocer mi emoción por el retorno a Cataluña y España de la gran heroína de la desobediencia, doña Clara Ponsatí. Y mucho dudo de mi acierto en expresar la profunda emotividad de mis sentimientos. Para colmo, se ha marchado de nuevo. Pero volverá. Y ese día organizaré una fiesta a mis nietos con chuches y piñata. Admirable mujer, sensata, sosegada, pacifista y valiente. Mito universal.

Con ese cabello blanquísimo que tanto me recordó a mi añorado Copito de Nieve.